No pagó uno solo de sus crímenes. Samuel Kunz, que figuraba en el tercer lugar de la lista de criminales nazis más buscados por el Centro Simón Wiesenthal de Jerusalen, murió el 18 de noviembre en libertad a los 89 años. Era sospechoso de 10 asesinatos, ocho de ellos con sus propias manos, y de haber colaborado en otros 434.000 durante los 19 meses en los que trabajó como guardia del campo de exterminio de Belzec, donde ingresó en enero de 1942.
Nacido en 1921, Kunz no tuvo problemas legales hasta el pasado verano. Vivió en las inmediaciones de Bonn, la que fuera capital de la República Federal de Alemania hasta la unificación de 1990. donde trabajó durante décadas como técnico de mantenimiento en el Ministerio Federal de Construcción. Después de tantos años de impunidad a sueldo del contribuyente, Kunz se vio alcanzado por su propia historia a los SS años. El proceso criminal abierto recientemente en Munich contra John Demjanjuk llevó a las autoridades alemanas a revisar expedientes y a encausar a Kunz. El proceso penal contra este ya debería haber comenzado este mismo otoño, pero el tribunal de Bonn requirió más documentación a la Oficina Central para el Esclarecimiento de los Crímenes Nazis, con sede en Dortmund. De esta manera, Kunz no pisó la cárcel ni el juzgado.
Según recoge el diario Bild. el fiscal Andreas Brendel ha lamentado la suspensión del juicio, ya que "hubiera sido una buena oportunidad para aclarar la masacre judía, en especial la del campo de la muerte de Belzec".
Como John Demjanjuk, Kunz era un trawniki uno de los 3.000 o 4.000 voluntarios procedentes de la antigua Unión Soviética o Polonia que. tras ser capturados por la Wehrmacht. prefirieron colaborar con los nazis a soportar las extremas condiciones a las que Alemania sometía a sus prisioneros de guerra orientales. Su nombre se deriva de un pueblo del este polaco llamado Trawniki. donde durante dos o tres meses recibían los colaboradores soviéticos la instrucción para sus futuras tareas en los guetos judíos y en los campos de concentración y de exterminio. Les daban uniformes decomisados al Ejército polaco y algunas armas. Dado que los nazis no terminaban de fiarse de estos jóvenes cómplices, que no solían superar los 22 años de edad, les permitían llevar solo las armas imprescindibles para el cumplimiento de su labor.
Esta fue particularmente concisa en Sobibor, en Belzec y en Treblinka. En los tres campos polacos se asesinaba. Poco más. Los judíos y los gitanos llegaban por centenares en vagones de ganado. Los guardias, siguiendo las órdenes de los oficiales alemanes de las SS, los metían a porrazos en las cámaras de gas y encendían los motores para producir los gases que los asfixiaban.
Otra de sus funciones era dirigir los pequeños grupos de judíos que resolvían las faenas más duras, como arrancar los dientes de oro a los cadáveres o arrastrar afuera los restos para después limpiar las cámaras. Estos pequeños "comandos especiales" formados por internos judíos también terminaban asesinados y sustituidos por recién llegados. Alrededor de dos millones de personas —434.508 solo en Belzec murieron en estos tres mataderos durante la Operación Reinhardt, que es como el mando alemán llamaba a su plan de asesinar a todos los judíos en los territorios ocupados durante la II Guerra Mundial. Cientos de trawnikis. entre ellos supuestamente Kunz, prestaron una ayuda considerable para la consumación del crimen.
El director del Centro Wiesenthal de Jerusalén. Efraim Zuroff. expresó ayer su decepción porque no haya pasado por prisión. "El hecho de que Kunz pudiera vivir durante décadas en Alemania sin ser juzgado es el resultado de un fallo en la estrategia de investigación: la de que quien no fuera un oficial desconocía el Holocausto", dijo Zuroff.
Samuel Kunz era un "alemán del Volga". Estos rusos de vieja ascendencia germana todavía disfrutan hoy de la posibilidad de acceder a la ciudadanía alemana. Después pudo llevar en Renania una apacible y longeva existencia. Hasta el pasado jueves.
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