Ángel Viñas, destacado
historiador de la Universidad Complutense de Madrid, ha descubierto que, en los
albores de la Guerra Civil, el Gobierno británico tenía conocimiento de las
negociaciones secretas que Franco estaba empezando a mantener con Mussolini,
según las cuales el futuro gobierno fascista de España apoyaría el
expansionismo italiano a cambio de obtener ayuda militar para derrotar a la
República.
No obstante, el
Gobierno británico mantuvo tal información en secreto. Aunque mantenían una
buena relación diplomática con España y oficialmente querían evitar la
internacionalización del conflicto, decidieron no informar al Gobierno español
—ni al parlamento británico— y no ejercer ninguna presión sobre Italia para que
no aceptara.
El estudio demuestra
que Gran Bretaña sabía de estas negociaciones porque la jefatura de
comunicaciones del Gobierno británico había interceptado todos los detalles de
una reunión secreta entre Franco y un alto diplomático italiano en
representación de Mussolini que había tenido lugar en Sevilla el 20 de
septiembre de 1936.
Los descubrimientos
dejan ver con bastante claridad que el Gobierno británico, ansioso por
conseguir que Italia dejara de mantener relaciones amistosas con Hitler, sabía
exactamente lo que estaba pasando, pero prefirió dejar que se llevara a cabo el
pacto Mussolini-Franco sin oposición alguna. Los estudios de Viñas también
ponen al descubierto que los británicos intentaron, aunque sin éxito, evitar
que el Gobierno republicano utilizara sus propias reservas de oro. Entre
septiembre de 1936 y febrero de 1937, cuando la situación militar se hacía cada
vez más grave, las autoridades españolas trasladaron dichas reservas a bancos
extranjeros de Francia y de la Unión Soviética. En enero de 1937, Anthony Edén,
secretario de Asuntos Exteriores británico, dio órdenes para que varios
funcionarios trazaran planes, en conjunción con otros países, para evitar que
España siguiera utilizando un oro que le pertenecía y que desesperadamente
necesitaba para su defensa.
Puede que resulte aún
más sorprendente el hecho de que, como demuestran los estudios de Viñas, Gran
Bretaña poseyera información clave sobre el bombardeo alemán de Guernica tan
sólo unos pocos días después de que tuviera lugar. Franco negó que los
responsables fueran los fascistas y afirmó que habían sido los mismos
republicanos los que lo habían llevado a cabo.
Sin embargo, este nuevo
estudio muestra que los británicos sabían perfectamente bien que en el ataque
alemán habían participado bombarderos italianos —al servicio de Franco— ya que
la jefatura de comunicaciones del Gobierno británico había interceptado una vez
más comunicados italianos. A pesar de ello, el Gobierno británico nunca informó
al parlamento ni hizo pública la involucración italiana, y ni tan siquiera
acusó a los italianos (ni a los alemanes) de lo que en realidad constituía un
delito de guerra: el bombardeo de un objetivo meramente civil y la pérdida de
cientos de vidas.
El general Franco en
1936, quien recibió ayuda de una fuente inesperada: Gran Bretaña.
El estudio también
arroja nueva luz sobre la actitud que tomó Gran Bretaña ante el uso de la
fuerza contra barcos mercantes que comerciaban con la España republicana por
parte de Mussolini. En agosto de 1937, Franco pidió al Duce que hundiera barcos
mercantes con cargamento de armas soviéticas para el internacionalmente
reconocido Gobierno republicano. Los italianos, que no solían comprobar si las
cargas eran militares o no, de inmediato comenzaron a hundir gran número de
embarcaciones mercantes con rumbo a puertos republicanos, tanto soviético como
francés y británicas.
Los franceses querían
acusar a Italia, pero el estudio de Viñas sugiere que los británicos los
presionaron de manera bastante enérgica para que no lo hicieran. Al final, el
Gobierno británico únicamente empezó a abogar por el fin de la campaña naval
pro-Franco que estaba llevando a cabo Italia cuando un buque de la Marina Real
británica estuvo a punto de ser alcanzado por fuego italiano.
Aunque Franco había
pedido a Italia que atacara los barcos, dichos ataques formaban parte del
bloqueo italo-alemán de los puertos mediterráneos republicanos que había sido
acordado por Gran Bretaña y otros países. El bloqueo, que tanto británicos como
franceses también llevaron a cabo en puertos republicanos de la España
septentrional, había sido en un principio diseñado para evitar que el Gobierno
español recibiera armas; aunque Cádiz, principal puerto fascista, no se vio
afectada.
No obstante, aunque
Gran Bretaña se declaraba oficialmente neutral, su política no-intervencionista
sirvió de hecho de apoyo a los fascistas. El Gobierno español sufrió un bloqueo
de los envíos de armas, mientras que las grandes cantidades de aviones y
tanques, además de los 100.000 hombres que proporcionaron Italia y Alemania (al
igual que Gran Bretaña signatarias del pacto de no-intervención) sirvieron para
crear un desequilibrio que tendría como consecuencia una inevitable victoria
fascista.
La causa oficial de la
política de "no-intervención" británica era la necesidad de limitar y
contener la guerra. Pero la verdadera razón fue el deseo de frustrar lo que los
británicos erróneamente pensaban que sería una ambición política soviética en
España, a la vez que pretendían apaciguara Mussolini en lo que llegó a ser un
intento vano de ganar el apoyo del fascista italiano para que sirviera de
aliado diplomático contra Hitler. Parece que el Gobierno británico pensaba que
podrían influenciar y utilizar tanto a Mussolini como a Franco y separarlos así
de la Alemania nazi.
El estudio de Viñas
revela que Gran Bretaña ni siquiera llegó a contestar la oferta que en 1938 le
hiciera el bando republicano, según la cual estaría dispuestos a rechazar el
apoyo soviético y ceder a los británicos el uso de bases estratégicas en la
Península durante el inminente conflicto europeo.
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