Según Tristram Hunt autor de una reciente biografía
de Friedrich Engels inédita en español, ha llegado la hora de volver a examinar
la vida del padre fundador del comunismo, ya que ya han pasado más de veinte
años de la caída del muro de Berlín
Hace algunos años, el diario británico The Guardian realizó
una entrevista a Geoff Looynes, un imitador profesional de Karl Marx y, al
preguntarle por su oficio, respondió:
—Tienes que hacer los deberes. Me lo he empollado
todo. Sé todo sobre su familia y ese colega suyo... ¿cómo se llamaba? ¿Engham?
—¿Puede que se esté refiriendo a Engels, quizás?
—Sí, eso. Hay que saberse todo eso.
No hace ni siquiera 50 años, tal metedura de pata
hubiera resultado inconcebible. Por entonces un tercio de la humanidad se
hallaba bajo régimen comunista, con lo que el nombre de Friedrich Engels (1820-1895)
se encontraba en la boca de millones de personas. "Cualquier ciudadano
chino conoce la cara de Engels y la de Marx" aseguraba un sociólogo de la
China comunista. En Europa, Centroamérica y Asia meridional, las autoridades
bautizaron plazas, paseos, regimientos militares y urbanizaciones en honor a
Engels. En la región rusa del Volga, de población alemana, los soviéticos
llegaron aún más lejos y cambiaron de nombre a una ciudad entera. En 1931,
Pokrovsk pasó a llamarse Engels, en memoria de un hombre que "había hecho
tantísimo por el proletariado internacional".
Durante la mayor parte del siglo XX, tanto la imagen
como las ideas de Friedrich Engels resultaban inquietantemente familiares, ya
que se hallaba sentado junto a Marx, Lenin y Stalin (o Mao) en el panteón comunista
oficial. Y aún así, ni los imitadores de Marx recuerdan su nombre. En Rusia, la
ciudad de Engels aún conserva su nombre y todavía sobreviven estatuas en su
honor en Moscú y Berlín. Sin embargo, su legado político e intelectual se ha
visto casi extinguido. En medio de la desintegración económica que estamos
atravesando, esta amnesia histórica resulta aún más lamentable, ya que en
momentos como estos es cuando su crítica al capitalismo debería resonar con más
fuerza que nunca.
Pero, ¿quién era Friedrich Engels? Ciertamente uno
de los pensadores decimonónicos más intuitivos y creativos, además de ser
también un hombre afligido por una cautivadora contradicción personal. Según la
hija de Karl Marx, Eleanor: "puede que no exista ningún niño que haya nacido
en el seno de una familia de esas condiciones y que haya seguido una
trayectoria en la vida más opuesta que Engels. Debió de ser el patito feo de la
familia". Con una educación como la que había recibido, resultaba
imposible predecir un futuro revolucionario: no hubo ningún hogar roto, ni
ausencia paternal, ni infancia solitaria. En cambio, tuvo unos padres que lo
querían, unos abuelos que le consentían, multitud de hermanos, una prosperidad
asegurada y la sensación de pertenecer a una familia estructurada.
Nació en 1820 y fue educado en una respetable
comunidad burguesa situada en la ribera del Wupper, en el distrito de Rhineland
de la Prusia occidental (ahora territorio alemán). Su padre, como su padre
antes que él, trabajaba en la empresa familiar Caspar Engels und Sohne, un exitoso negocio textil y de blanqueado.
En su adolescencia, Engels se rebeló de forma espectacular contra el cerrado
protestantismo y el capitalismo desenfrenado que imperaba en su localidad y
publicó una serie de artículos periodísticos donde criticaba la contaminación
industrial que producían las "humeantes fábricas y depósitos
textiles". Denunció la situación apremiante que sufrían los trabajadores
de las fábricas "en salas de techos bajos donde la gente respira más humo
de carbón y polvo que oxígeno" y lamentó la creación de "gente
completamente desmoralizada, sin domicilio fijo ni trabajo permanente, que con
la primera luz del día salen arrastrándose de sus refugios, de sus pajares, de
sus establos".
No obstante su condena de la economía de mercado no
era la de un puritano. Engels no veía ningún problema con que la gente fuera
rica y feliz. De hecho, él mismo sentía un extraño amor por la vida. Cuando
trabajaba como aprendiz, bebía en abundancia ("Tenemos una gran reserva de
cerveza en la oficina: bajo la mesa, detrás de la caldera y del armario, hay
botellas de cerveza en todas partes"), adoraba a Beethoven, estudiaba
esgrima y organizaba concursos de bigotes que después celebraba en verso: Los
ignorantes evitan la molestia de la barba y se afeitan las caras limpias como
una patena; nosotros no somos ignorantes, así que podemos dejarnos crecer
libremente el bigote.
Parece que en 1840, mientras cumplía el servicio
militar en Berlín, seguía bebiendo en grandes cantidades y siendo tan vanidoso
como siempre. "Pronto me ascenderán a artillero", alardeaba ante su
hermana Marie, "que es una especie de oficial subordinado, y podré llevar
galones dorados en el uniforme".
Pero además de mostrar esta afabilidad, Engels
también sufrió cambios significativos y los estallidos contra los industriales
explotadores tan típicos de su juventud fueron sustituidos por una filosofía
política mucho más coherente. En primer lugar, adoptó las ideas de la
"Joven Alemania", un grupo radical de patriotas republicanos que se
mostraban impacientes ante la Prusia del Antiguo Régimen y su reaccionaria
monarquía. Más tarde le llegó el turno a la filosofía de Hegel y sus
"Jóvenes Hegelianos", que criticaban el conservacionismo político y
religioso de la época. Por último, Engels cayó bajo la influencia del
"rabino comunista" Moses Hess. Fue este último quien le ayudó a darse
cuenta de que para poder aliviar las condiciones laborales de los trabajadores
de Wuppertal hacía falta algo más que un cambio político: se necesitaba
"una revolución social basada en la propiedad colectiva". Hess afirma
que Engels llegó a la primera asamblea siendo un revolucionario novato, tímido
e ingenuo, pero que llegó a convertirse en un "comunista de un entusiasmo
extremo".
Nada de esto complacía a sus adustos padres. En un
esfuerzo por evitar que se radicalizara aún más, lo enviaron a Manchester para
trabajar en Ermen & Engels, el
negocio de hilo de algodón de su padre. Irónicamente, era justo lo que Engels
quería. Sobre la denominada "Algodonópolis", Engels escribió que
"los efectos que las formas de fabricación modernas causan sobre la clase
obrera evolucionan aquí de forma libre y perfecta". El lugar donde el
proletariado sufría mayor explotación y donde las diferencias de clase resultaban
más acuciadas era precisamente entre los incansables telares y las
contaminantes chimeneas de Manchester, por lo que la ciudad contaba con las mejores
condiciones para que se produjera la revolución comunista. En vez de
facilitarle una formación en los tediosos misterios del comercio, Marchester le
proporcionó testimonios humanos esenciales que sirvieron para afianzar las
teorías de Berlín.
La depravación de Manchester De la mano de Mary Burns, una joven irlandesa
que habitaba en la ciudad, Engels pudo explorar los terribles bajos fondos del
Manchester Victoriano: "Las casas son viejas, sucias y de muy reducido
tamaño, las calles irregulares, llenas de grietas y sin desagües o aceras;
cantidades ingentes de desperdicios, restos de comida y suciedad vomitiva se
amontonan llenando todo lo que abarca la vista". Estas experiencias le
sirvieron como prueba del inminente conflicto de clases, como dejó plasmado en
su brillante y polémico La situación de
la clase obrera en Inglaterra (1845). El libro cuenta sin tapujos la
depravación de la burguesía de Manchester y los horrores de la
industrialización: "mujeres imposibilitadas para dar a luz, niños
deformes, hombres debilitados, extremidades rotas, generaciones enteras
destruidas", y todavía hoy consigue dejar boquiabiertos a los lectores.
Constituye una de las primeras críticas a la brutalidad del capitalismo y el
propio Marx quedó fascinado por la obra. "Qué gran fuerza, qué agudeza,
qué pasión, la que te movía por aquellos tiempos", escribió más tarde a
Engels, refiriéndose a la situación.
Engels era un comunista tan sofisticado como Marx
cuando ambos aunaron fuerzas mientras tomaban unas copas en el parisino Café de
la Régence en 1844. Su crítica al capitalismo, su creencia en la inevitabilidad
de la revolución y sus exigencias para que se aboliera la propiedad privada
eran totalmente afines a las ideas de Marx. No obstante, en la reunión, Engels
tomó la crucial decisión de mantenerse en la sombra y dejar que Marx asumiera
el papel protagonista. Este sacrificio personal nunca llegó a crear ningún tipo
de amargura entre ellos. "¿Cómo puede alguien sentir envidia de un
genio?" preguntó Engels, "resulta algo tan especial que los que
carecemos de él sabemos desde un principio que nunca lo podremos conseguir.
Para sentir envidia de algo así se tiene que ser espantosamente estrecho de
miras".
Desde el principio trabajaron como un equipo. Fue
Engels quien escribió los dos primeros borradores de lo que llegaría a ser el Manifiesto Comunista. Fue él quien
organizó la política de calle de la Liga de los Comunistas en París, Bruselas y
Colonia. Y fue también Engels quien estuvo en las barricadas de las
revoluciones de 1848 y 1849. "El silbido de las balas es una cuestión
bastante trivial", informó a Jenny, la esposa de Marx.
No obstante, el mayor sacrificio que tuvo que
realizar Engels llegó tras la desgracia del fracaso de 1848. Mientras los
gobiernos conservadores extinguían los últimos vestigios de la revolución, Marx
y Engels buscaron refugio en Gran Bretaña. No obstante, ninguno de los dos
podía ganarse la vida como hombres de la revolución. La única solución que vio
Engels fue volver a Ermen & Engels,
mientras Marx se ponía a trabajar en su obra maestra, El capital. "Juntos formamos una sociedad ", explicaba
Marx con delicadeza, "en la que yo empleo mi tiempo en la parte teórica y
de partido del negocio", mientras que la labor de Engels consistía en
suministrar apoyo financiero usándose a sí mismo como mercancía. En contra de
su voluntad, el comunista revolucionario se vio convertido en un gran señor de
la industria algodonera obligado a usar levita.
Los siguientes 20 años constituyeron una época de
frustración en la que Engels, en contra de sus convicciones, tuvo que volver a
ser un "vendedor ambulante". El único consuelo lo encontró en los
brazos de Mary y, cuando esta falleciera en 1863, en los de Lizzy Burns, su
hermana. Se integró en la adinerada clase media de Manchester y visitó galerías
de arte, se hizo miembro de clubes respetables y entró a formar parte como
socio de Ermen & Engels. También
participó gustoso en las sangrientas cacerías que tenían lugar en el condado de
Cheshire. "El sábado me uní a la caza del zorro y me pasé siete horas en
la silla de montar", escribió a Marx tras una cacería especialmente
excitante. "Este tipo de cosas siempre me deja en un estado de diabólica
excitación durante días. Es el mejor placer físico que conozco. Al menos 20 de
los hombres se cayeron del caballo o se bajaron voluntariamente de él. Hubo que
sacrificar dos caballos y se mató un zorro (y yo estuve presente en el momento
de la muerte)." »
Una gran crítica al capitalismo Sin embargo no abandonó por completo el comunismo.
Mientras Marx trataba de resolver las cuestiones económicas del marxismo en El Capital, Engels empezó a desarrollar
nuevas ideas sobre el colonialismo, la historia e incluso el feminismo. Pero
también proporcionó a Marx la información esencial que necesitaba para analizar
el funcionamiento del capitalismo. "He llegado a un punto en mi trabajo de
economía para el que los escritos teóricos ofrecen gran ayuda, por lo que debo
pedirte consejo práctico a ti", escribió Marx en 1858 antes de atosigar a
Engels con innumerables preguntas. "¿Podrías hacerme una lista de todos
los tipos de obreros que trabajan, por ejemplo, en tu telar, y en qué
proporciones se hallan distribuidos?" Ermer
& Engels no sólo proporcionaba sustento económico a Marx y a su
familia, sino que su empresa también sirvió como demostración empírica para la
que llegó a ser la mayor crítica al capitalismo.
En 1870, Engels pudo por fin abandonar el purgatorio
que suponía la ciudad de Manchester. "¡Hurra! Hoy el "dulce
comercio" llega a su fin y ya soy hombre libre", escribió en una
carta a Marx. "Eleanor y yo celebramos mi primer día de libertad esta
mañana dando un largo paseo por el campo." Regresó a Londres para estar
cerca de Marx y el último cuarto de siglo fue testigo de su reincorporación al
trabajo que mejor sabía realizar: profundizar en el marxismo, popularizarlo y
explicar su significado. Ayudó a organizar la Asociación Internacional de
Trabajadores (más conocida simplemente como La Internacional), así como a
fundar partidos socialistas en Alemania, Austria, Italia, Francia y España.
Lo que es más, escribió una serie de obras (Anti-Dühring, Del socialismo utópico al
socialismo científico y Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica, entre otras) que consiguieron
atraer a las nuevas generaciones hacia las ideas del marxismo. "A juzgar
por la influencia que Anti-Dühring
ejerció sobre mí", escribió el socialista alemán Karl Kautsky,
"ningún otro libro ha contribuido tanto a que se comprendan las ideas del
marxismo." En palabras del erudito soviético David Ryazanov, "Todo
joven marxista que entrara en la vida pública a principios de los ochenta se
formó con este libro". Como el mismo Marx se encontraba enfrascado en las
interminables cuestiones económicas de los volúmenes II y III de El capital, fue Engels quien hubo de
codificar su doctrina conjunta y resaltar su relevancia.
En cierto sentido, Engels llevó a cabo su tarea con
demasiada perfección. A finales del siglo XIX, algunos acólitos de estrechas
miras transformaron su explicación del marxismo en una rígida ortodoxia.
"Todo el pensamiento de Marx no es tanto una doctrina, sino un
método", escribió Engels en defensa de la amplia filosofía que había
desarrollado con Marx. "No proporciona dogmas prefabricados, sino
asistencia a la hora de llevar a cabo una investigación posterior y el método
que en ella habrá de utilizarse." Por desgracia, este fue el tipo de dogma
del que Lenin primero y después Stalin echarían mano para justificar la
brutalidad de su programa político. Innumerables millones de personas morirían
en nombre de esta nueva ortodoxia derivada conocida como marxismo-leninismo. La
reputación de Engels y Marx fue tan solo una víctima más.
No obstante, hoy en día, una vez desaparecida esa
"perversión dictatorial" que supuso el socialismo del siglo XX,
resulta de nuevo posible evaluar la vida y obra de Engels. Más de 20 años
después de la caída del muro de Berlín, (con tan sólo Corea del Norte y Cuba
manteniéndose todavía firmes a sus ideales), al fin podemos levantar el oscuro
velo que crearan el propio Marx y sus mal informados devotos Lenin y Stalin. Al
hacerlo, queda al descubierto la rica, carismática y cautivadora personalidad
de Engels y sus escritos adquieren una importancia extraordinaria.
En la actualidad, la obra de Engels no supone
únicamente una crítica concienzuda al capitalismo global, sino que proporciona
nuevas perspectivas acerca de la naturaleza de la modernidad y el progreso, de
la religión y la ideología, del colonialismo y el "intervencionismo
liberal", de la teoría urbana, e incluso del darwinismo y la ética de la
reproducción. Engels fue mucho más que el "colega" de Marx. Fue uno
de los más impresionantes e infravalorados filósofos, propagandistas y
activistas de la historia de la política moderna. Puede que ya vaya siendo hora
de que tenga su propio imitador.
Tristram Hunt es
autor de The Frock-Coated Communist,
Penguin. 2009,
biografía que aún no ha sido traducida al español. Enzenzberger. Hans Magnus, Conversaciones con Marx y Engels,
Anagrama, 2009. Che Guevara, Ernesto,
Síntesis biográfica de Marx y Engels, Centro de Estudios Che Guevara -
Ocean Sur, 2008. Labica, George, Engels y
el Marxismo, Fundación de Investigaciones Marxistas, 1999.
Web
http7/www.narxists.org/espanol/m-e/index.htm
Proporciona acceso a obras de Marx y Engels en español.
http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/
Biblioteca de Autores Socialistas de la Universidad Complutense de Madrid
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