jueves, 26 de enero de 2012

Diez años de la OTAN en Afganistán


La invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos hace diez años dio lugar a una prolongada ocupación del país. El estancamiento en la resolución del conflicto parece acercarse a un punto de inflexión. Es difícil predecir los acontecimientos, pero ya nadie cree en la victoria de la OTAN. Los más pesimistas presienten la expansión del conflicto a nivel regional.

Antecedentes

Estados Unidos contó con el respaldo de la comunidad internacional y de la ONU, que consideraron probados los vínculos de Al Qaeda con los talibanes y, por tanto, quedaba formalmente justificada una acción de legítima defensa por parte de Estados Unidos contra Afganistán. El Consejo de Seguridad de la ONU legitimó el ataque con la designación de una fuerza de intervención, la ISAF, bajo cuya cobertura se desplegarían las acciones militares y la ocupación del país, a partir de finales de diciembre de 2001.

El objetivo oficial de la invasión de Afganistán era encontrar al líder de Al Qaeda, Osama Ben Laden, al mismo tiempo que se derrocaba al impopular régimen talibán. La operación "Libertad Duradera" se puso en marcha el 7 de octubre de 2001 con la participación de los ejércitos de Estados Unidos y Gran Bretaña, apoyados por una pequeña fuerza multinacional, y por la Alianza del Norte, un grupo opositor afgano a los talibanes. También prestaron su cooperación en cuestión de infraestructura numerosos Estados del entorno, como Rusia e Irán. Tras varios días de bombardeos que desarticularon las fuerzas militares de los talibanes, las tropas de la Alianza del Norte pudieron avanzar sobre Kabul. Finalmente, la capital fue tomada el 13 de noviembre de 2001.

Hamid Karzai.
A pesar de la victoria, Ben Laden no fue capturado. Se nombró un nuevo gobierno afecto a Estados Unidos y dirigido por Hamid Karzai.

Con el paso del tiempo se ha demostrado la debilidad de este gobierno títere, que apenas controla el territorio de Kabul y sus alrededores, por lo que la presencia militar aliada permaneció en el país. La OTAN asumió el control de la ISAF a partir de 2003. A partir de 2005, la situación comenzó a degradarse seriamente. A medida que creció la oposición al gobierno de Kabul, aumentó la fuerza de los talibanes, que regresaron a controlar regiones del país y llevaron a cabo una guerra de guerrillas contra las fuerzas de la OTAN. Este hecho obligó a la OTAN a incrementar paulatinamente sus efectivos en el Estado asiático.

Las elecciones de noviembre de 2009 estuvieron rodeadas de la polémica por las acusaciones de fraude. La oposición renunció a presentarse a la segunda vuelta de las elecciones, lo cual supuso la reelección automática del presidente Karzai. El riesgo de que el descontento pudiera extenderse en forma de conflicto armado hacia el norte, donde los líderes de la Alianza del Norte, excluidos por el gobierno de Karzai, están rearmándose y cuentan con el apoyo de Rusia y China, se hizo más patente. El fracaso de la solución política de Washington para Afganistán era patente. Estados Unidos no había valorado el largo plazo y sólo buscaba obtener ventajas inmediatas que se demostraron ilusorias.
Talibanes.

Afganistán se ha convertido en el ejemplo de un Estado fallido. La corrupción afecta a todos los niveles, y de alguna u otra manera, a todos los actores implicados en el conflicto. El negocio del cultivo y tráfico de la heroína financia tanto a los talibanes como al gobierno. En el norte, la Alianza del Norte no reconoce la autoridad de Kabul y adopta una actitud de indiferencía hacia las políticas del gobierno. En el sur y el este, los talibanes han resurgido y controlan todo el territorio a ambos lados de la frontera "AfPak" (Término acuñado por los funcionarios del Departamento de Estado y el Pentágono para referirse al teatro de operaciones de Afganistán y Pakistán). Los talibanes mantienen una actitud hostil frente a Kabul y están resistiendo a todas las ofensivas militares que se han lanzado desde Afganistán, por parte de las tropas de la OTAN, y desde Pakistán, por parte del ejército pakistaní en las regiones de Swat (2009) y Waziristan (2010).

La Región

Más allá de las consecuencias para Afganistán, el conflicto está desestabilizando toda la región. Su vecino Pakistán se halla inmerso en un caos que parece anunciar una guerra civil. Pakistán se unió a la guerra contra el terrorismo que proclamó Washington desde el primer momento. Sin embargo, esta decisión del gobierno de Musharraf fue ganando impopularidad entre los pakistaníes. Sobre todo los partidos islamistas y conservadores se distanciaron del gobierno en su decisión de aliarse en el conflicto con Estados Unidos. Esto provocó diferentes revueltas y atentados terroristas de inspiración islamista en el país. El atentado de mayor relevancia política fue el asesinato de la candidata a la presidencia, Benazir Bhutto, en 2007. Musharraf impuso el orden marcial para controlar la situación. Sin embargo, en el verano de 2008 se vio obligado a dimitir. El nuevo gobierno de Ali Zardari, el viudo de Bhutto, tomó el relevo con una política netamente pro-occidental. Pakistán permanece alineado con Estados Unidos, pero la guerra contra los talibanes y sus consecuencias están incrementando la tensión interna en el país.

La situación de inestabilidad en AfPak llevó al gobierno de Estados Unidos a replantearse su estrategia. En enero de 2010 se celebró la Conferencia de Londres y en julio de 2010 la Conferencia de Kabul, donde se trató de llegar a un acuerdo con un sector de los talibanes para que participaran en la administración del Estado, a cambio de la pacificación del territorio. Con este planteamiento, Washington admitió la incapacidad de la OTAN para derrotar a los talibanes militarmente. Para conseguir una posición de fuerza en las negociaciones y dar una imagen positiva ante la opinión pública, la OTAN desencadenó, a lo largo de 2010, esporádicas ofensivas, coordinadas con el ejército de Pakistán, contra las bases de los talibanes cerca de la frontera con Pakistán.

Intereses estratégicos globales

Afganistán no dispone de importantes recursos que sean codiciados por las grandes potencias. Excepto algunos yacimientos minerales, las prospecciones no han hallado un tesoro energético como poseen algunos Estados vecinos de Asia Central, como por ejemplo Turkmenistán. La importancia estratégica de Afganistán, por lo tanto, no radica en sus fuentes de recursos, sino en su posición geográfica central. El territorio de Afganistán es por donde se pretende que discurran oleoductos y gasoductos que distribuyan estos recursos desde Asia Central hasta las costas del mar Arábigo, desde donde podrán ser transportados en barco a lejanas regiones del planeta. En concreto, el territorio de Afganistán se ha revelado insustituible para Estados Unidos y su aliada la Unión Europea, ya que quieren evitar a toda costa la otra posible ruta alternativa para los oleoductos. Esta ruta alternativa a Afganistán atravesaría el territorio de Irán, el archi-enemigo de Washington. Para evitar esta dependencia energética de Teherán, Estados Unidos y la Unión Europea han invertido, sin éxito, cuantiosos recursos en pacificar Afganistán.

Existe el proyecto de construcción del oleoducto Turkmenistán-Mganistán-Pakistán-India (TAPI), que distribuiría el gas desde el este de Turkmenistán a través de Afganistán hasta la costa pakistaní en el mar Arábigo y la India. El otro es el oleoducto Irán-Pakistán-India (IPI), al cual se opone Estados Unidos, por participar Irán. China apoya ambos proyectos y ha proporcionado fondos y conocimientos técnicos para construir un puerto de aguas profundas en Gwadar (Pakistán) y así, además, contar con una terminal de tránsito para las importaciones de crudo procedentes de Irán y Africa.

La disputa por los recursos en la región entre las grandes potencias ha situado a este escenario como protagonista del panorama internacional en los últimos años. La estrategia de Estados Unidos de afirmar su hegemonía, invadiendo Afganistán, parece no haber funcionado. El ejército estadounidense sólo controla algunas áreas de el territorio y no ha sido capaz de acabar con la resistencia de los diferentes grupos guerrilleros. Esta situación de inestabilidad ha animado la codicia de las potencias competidoras y ha elevado la tensión en una región donde cuatro Estados cuentan con capacidad nuclear, Rusia, China, India y Pakistán.

Las potencias asiáticas

China ha jugado sus cartas en la región a través de inyecciones masivas de IDE. El programa de inversiones del "Gran Oeste" que pretendía desarrollar regiones enteras del territorio occidental de China, se hizo extensivo a los Estados vecinos de Asia Central. El gobierno chino ofrece a los gobiernos de la región la construcción de importantes infraestructuras, a cambio de concesiones de explotación de los recursos naturales a sus corporaciones. De Afganistán obtiene minerales, mientras que de Tayikistán, Turkmenistán e Irán obtiene gas y petróleo. Esta política le ha generado un importante éxito a Pekín, que ha incrementado notablemente su influencia en la región en los últimos años.

Ali Zadiri
Ali Zardari, el viudo de Bhutto, es presidente de Pakistán desde 2008 y partidario de Estados Unidos. Washington está intentando que Pakistán asuma un mayor compromiso en la pacificación de Afganistán y contrarreste la posible influencia de Irán. A cambio, Pakistán se beneficiaría económicamente de la construcción de los oleoductos que unirían Asia Central con el mar de Arabia. Sin embargo, si Pakistán bascula demasiado hacia Estados Unidos se arriesga a debilitar sus vínculos históricos con China y a excitar el anti-americanismo interno, muy presente en el país. Esta situación esquizofrénica está dirigiendo al país hacia el camino de una guerra civil. India ha definido su estrategia en la región como respuesta a la creciente influencia de China y a las maniobras de Pakistán en Afganistán. El gobierno indio ha invertido importantes sumas de dinero en proyectos de cooperación en Afganistán, a través de numerosas organizaciones de cooperación indias que se han desplegado sobre el terreno. Proyectos que abarcan desde la construcción de infraestructuras a la mejora de los servicios a la población y que situaron a Nueva Delhi omo uno de los principales donantes internacionales a Afganistán. India quiere favorecer la estabilidad y la transición en Afganistán hacia un régimen moderado y alejado de la influencia pakistaní11. Por otra parte, India no ve con malos ojos el restablecimiento de la influencia rusa en la región, siempre y cuando no vaya asociada al establecimiento chino. De igual forma, parece dispuesta a favorecer a Irán en detrimento de Pakistán.

Irán ejerce una influencia creciente sobre parte de la población en Afganistán y Tayikistán. La enemistad de su gobierno con el de Estados Unidos ha situado al Estado persa en el centro de la diana de las amenazas más fuertes que está lanzando Washington. Estados Unidos no puede permitir que Irán se erija en una potencia regional que pueda arrastrar a otros Estados a la formación de un sistema de seguridad y comercial autónomo de la influencia de Washington. Tal es así que parece ser que Estados Unidos contempla la posibilidad de un ataque militar contra Irán para evitar que surja este hipotético escenario.

En cambio, Irán está contando, hasta la fecha, con el respaldo de Rusia y China. En los planes de China para abastecerse de petróleo y gas en la región de Asia Central, Irán juega un papel importante como suministrador y aliado. Rusia también pretende ampliar su área de influencia en la región y la alianza con Irán supondría su acceso al Golfo Pérsico, región controlada por Estados Unidos en las últimas décadas. Esto sería un logro que ni siquiera la Unión Soviética alcanzó. Por este motivo, China y Rusia han incluido a Irán como Estado observador en la OCS (Organización de Cooperación de Shanghai (alianza militar organizada por Rusia y China), es decir, en su estrategia de seguridad. Por tanto, si Estados Unidos ataca a Irán se arriesga a una intervención de la OCS como respuesta.

Estados Unidos y la Unión Europea

En la situación actual, Estados Unidos y la Unión Europea parecen haber perdido la iniciativa que ha pasado a Rusia y China. La estrategia china y rusa basada en la diplomacia y las negociaciones comerciales ha tenido mayor éxito que las acciones militares de los occidentales. Particularmente delicada es la situación de la Unión Europea, que además de la hegemonía mundial se juega el abastecimiento de recursos energéticos en el futuro. Lo mismo le ocurre a China, pero en el caso de la Unión Europea la alianza con Estados Unidos le ha sido más perjudicial que beneficiosa.

Al alinearse con Estados Unidos, la Unión Europea aceptó implícitamente el antagonismo de Rusia e Irán, en lugar de buscar el acercamiento y unas relaciones comerciales cordiales. Esta irreflexiva estrategia ata los destinos de la Unión Europea y Estados Unidos. De tal forma que, si Washington provoca el conflicto abierto con los orientales, la Unión Europea se encontrará, de nuevo como en la Guerra Fría, en la primera línea del frente y sin recursos energéticos, ya que Estados Unidos no puede garantizar su abastecimiento a Europa. Además, se puede provocar la defección de Turquía, aliado de la OTAN, pero que ha comenzado una política independiente en la región tras haber sido rechazado su ingreso en la Unión Europea

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