sábado, 21 de enero de 2012

Muro de Berlín

La mañana del 13 de agosto de 1961, y a pesar de las declaraciones del Jefe de Estado de la RDA, Walter Ulbrich, los berlineses vieron aparecer, por sorpresa y en apenas unas horas, el muro de hormigón que les separaría durante tres décadas


Imágenes de los primeros momentos de la construcción, 13 de agosto 1961.
Tan rápida y repentina fue su caída en 1989, como lo fue su construcción en 1961. De la noche a la mañana, allí apareció, como de la nada. «Nadie tiene la intención de construir un muro», había asegurado a la prensa el Jefe de Estado de la RDA, Walter Ulbrich, tan sólo dos meses antes. Pero la fuga de ciudadanos del Berlín Este a la Alemania Oriental se había vuelto incontenible: en 1959, 143.000 personas; en 1960, 199.000; en 1961, la media mensual de huidos fue de 30.000, y en la primera quincena de agosto, de 2.000 al día. Casi 2,7 millones desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial.

De madrugada, por sorpresa


Varios miles de policías fronterizos habían comenzado el trabajo de madrugada levantando el pavimento de las calles que conectaban el este y el oeste de Berlín, y construyendo con ellos barricadas defensivas. Después cortaron el tráfico de vehículos e interrumpieron todos los medios de transporte públicos.


Obreros construyendo el muro.
Aquello solo fue el primer golpe de una construcción que, durante los siguientes años, fue sufriendo continuas reestructuraciones y ampliaciones que la convirtieron en una verdadera obra de ingeniería bélica contra la fuga de personas, donde los avances tecnológicos estaban presentes. A las planchas de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura –que abarcaban más de 1.000 kilómetros con un interior formado por cables de acero para aumentar su resistencia–, se fueron sumando kilómetros y kilómetros de rejas de contacto que disparaban una alarma o una descarga eléctrica al que se acercara a ellas, torres de disparo automático operadas por células electrónicas, 131 bunkers, 272 áreas con perros policía o una «franja de control» («franja de la muerte») perfectamente iluminada y vigilada por 289 torres con policías armados que, por si acaso, se encontraba además sembrada de minas antipersona.

La construcción fue  calificada como la «obra de albañilería más criticada de la historia reciente», que dio pie no sólo a que muchas familias cuya casa se encontraba en la línea de construcción del muro fueran desalojadas, sino a que más de 100 ciudadanos de Berlín Este murieran en un intento desesperado de cruzar al otro lados. Aproximadamente la mitad a causa de los disparos.

Peter Fechter, el primer martir

Peter Fechter, tirado en el suelo tras ser disparado.
El más famoso fue precisamente el primero que lo intentó, el 17 de agosto de 1962, justo un año después: Peter Fechter, un obrero alemán de 18 que, junto a un amigo, se escondió en un taller cercano para atravesar la «franja de la muerte» y tratar de saltar la pared cercana al Checkpoint Charlie. Su amigo lo consiguió; el recibió un disparo en la pelvis que le hizo caer de nuevo en la franja, donde, a pesar de sus gritos, estuvo agonizando a la vista de los periodistas y vecinos, que no se atrevieron a rescatarle.

El Checkpoint Charlie es hoy punto de visita obligado para los turistas y centro de un Museo del Muro, al igual que la antigua estación de Friedrichstrasse, donde antiguamente el muro seccionaba los andenes, marcando el punto de destino para los berlineses orientales y de salida para lo occidentales. Tan cerca… y tan lejos.

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