sábado, 5 de febrero de 2011

Samuel Kunz, muere el tecer criminal nazi más buscado

No pagó uno solo de sus críme­nes. Samuel Kunz, que figuraba en el tercer lugar de la lista de criminales nazis más buscados por el Centro Simón Wiesenthal de Jerusalen, murió el 18 de noviembre en libertad a los 89 años. Era sospechoso de 10 asesina­tos, ocho de ellos con sus pro­pias manos, y de haber colabora­do en otros 434.000 durante los 19 meses en los que trabajó co­mo guardia del campo de exter­minio de Belzec, donde ingresó en enero de 1942.
Nacido en 1921, Kunz no tu­vo problemas legales hasta el pa­sado verano. Vivió en las inme­diaciones de Bonn, la que fuera capital de la República Federal de Alemania hasta la unifica­ción de 1990. donde trabajó du­rante décadas como técnico de mantenimiento en el Ministerio Federal de Construcción. Des­pués de tantos años de impuni­dad a sueldo del contribuyente, Kunz se vio alcanzado por su propia historia a los SS años. El proceso criminal abierto recien­temente en Munich contra John Demjanjuk llevó a las auto­ridades alemanas a revisar expe­dientes y a encausar a Kunz. El proceso penal contra este ya de­bería haber comenzado este mismo otoño, pero el tribunal de Bonn requirió más documen­tación a la Oficina Central para el Esclarecimiento de los Críme­nes Nazis, con sede en Dortmund. De esta manera, Kunz no pisó la cárcel ni el juzgado.
Según recoge el diario Bild. el fiscal Andreas Brendel ha la­mentado la suspensión del jui­cio, ya que "hubiera sido una buena oportunidad para acla­rar la masacre judía, en espe­cial la del campo de la muerte de Belzec".
Como John Demjanjuk, Kunz era un trawniki uno de los 3.000 o 4.000 voluntarios procedentes de la antigua Unión Soviética o Polonia que. tras ser capturados por la Wehrmacht. prefirieron colaborar con los nazis a soportar las ex­tremas condiciones a las que Alemania sometía a sus prisio­neros de guerra orientales. Su nombre se deriva de un pueblo del este polaco llamado Trawni­ki. donde durante dos o tres me­ses recibían los colaboradores soviéticos la instrucción para sus futuras tareas en los guetos judíos y en los campos de con­centración y de exterminio. Les daban uniformes decomisados al Ejército polaco y algunas ar­mas. Dado que los nazis no ter­minaban de fiarse de estos jóve­nes cómplices, que no solían su­perar los 22 años de edad, les permitían llevar solo las armas imprescindibles para el cumpli­miento de su labor.
Esta fue particularmente concisa en Sobibor, en Belzec y en Treblinka. En los tres cam­pos polacos se asesinaba. Poco más. Los judíos y los gitanos lle­gaban por centenares en vago­nes de ganado. Los guardias, si­guiendo las órdenes de los ofi­ciales alemanes de las SS, los metían a porrazos en las cáma­ras de gas y encendían los moto­res para producir los gases que los asfixiaban.
Otra de sus funciones era di­rigir los pequeños grupos de ju­díos que resolvían las faenas más duras, como arrancar los dientes de oro a los cadáveres o arrastrar afuera los restos para después limpiar las cámaras. Es­tos pequeños "comandos espe­ciales" formados por internos judíos también terminaban ase­sinados y sustituidos por recién llegados. Alrededor de dos mi­llones de personas —434.508 so­lo en Belzec murieron en es­tos tres mataderos durante la Operación Reinhardt, que es co­mo el mando alemán llamaba a su plan de asesinar a todos los judíos en los territorios ocupa­dos durante la II Guerra Mun­dial. Cientos de trawnikis. entre ellos supuestamente Kunz, prestaron una ayuda considerable para la consumación del cri­men.
El director del Centro Wie­senthal de Jerusalén. Efraim Zuroff. expresó ayer su decep­ción porque no haya pasado por prisión. "El hecho de que Kunz pudiera vivir durante décadas en Alemania sin ser juzgado es el resultado de un fallo en la estrategia de investigación: la de que quien no fuera un oficial desconocía el Holocausto", dijo Zuroff.
Samuel Kunz era un "ale­mán del Volga". Estos rusos de vieja ascendencia germana to­davía disfrutan hoy de la posibi­lidad de acceder a la ciudada­nía alemana. Después pudo lle­var en Renania una apacible y longeva existencia. Hasta el pa­sado jueves.

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