sábado, 17 de diciembre de 2011

Los moáis de la Isla de Pascua


De entre los muchos misterios que la comunidad histórica y arqueológica tiene por resolver, el de estos gigantescos rostros de piedra monolítica es uno de los que más interés despierta. Interés e imaginación. De los moáis se ha llegado a decir que fueron construidos por extraterrestres, tallados con láser y transportados de una punta a otra de la isla de Pascua a bordo de aeronaves. Entre tanto delirio, los especialistas continúan trabajando sobre el terreno.

Cuál era su función, por qué tal cantidad y cómo los trasladaron siguen siendo a día de hoy preguntas de difícil respuesta. Pero se han producido avances.

Un lugar perdido

Océano Pacífico. 27° 7' y 10" sur, 109° 21' 17" oeste. Éstas son las coordenadas de la isla de Pascua (Rapa Nui, "Tierra Grande", en polinesio), uno de los lugares más remotos y alejados de la civilización que conocemos. El punto continental más cercano está a 3.526 km, y las islas polinesias de Pitcairn, las más próximas, a 2.075 km. El primero en señalar su posición fue el bucanero inglés Edward Davis, en 1686. Más tarde, en 1722, el marino holandés Jacob Roggeveen, quien se dirigía a Nueva Guinea al mando de tres naves, la incorporó en la lista de tierras conocidas bajo la denominación de isla de Pascua en honor a la fecha de su llegada, el 6 de abril, día de Pascua de Resurrección. Casi cincuenta años después, Felipe González de Haedo tomó posesión del territorio en nombre del rey Carlos III y la rebautizó como isla de San Carlos. Fue precisamente en la documentación elaborada por este marino de la Armada española donde aparecen por vez primera dibujos de los moáis (del rapanui moai, "escultura"). A lo largo y ancho de la isla hay algo más de seiscientos moáis totalmente tallados. Otros 397 están en diferentes fases de acabado y se encuentran en la cantera del volcán Rano Raraku, donde se trabajaban y esculpían. Su significado es aún hoy incierto. La teoría más aceptada es la que asegura que estas esculturas fueron talladas entre los siglos XII y XVII en recuerdo de los antepasados difuntos, y para que éstos proyectaran su poder sobrenatural, o maná, sobre sus descendientes. Lo que parece claro es que guadan relación con el más allá, y que los moáis vienen a ser el alma de esa tierra, el símbolo espiritual de la isla de Pascua. Sostiene esta idea el hecho de que el moái no sea una pieza independiente, que forme parte de un conjunto llamado ahu-moai. Los enormes rostros se disponían sobre un basamento de piedras labradas, el ahu. Alrededor de su base se extendía una plataforma de cantos rodados, la tahua, en la que se enterraban cadáveres previamente descarnados. Los moáis son, pues, monumentos funerarios en los que la escultura es la parte más visible y representativa. Dado que solo ocasionalmente se trata de enterramientos individuales y que éstos se realizaban después de construido el monumento, parece ser que la intención era dar sepultura a los difuntos en un lugar previamente sacralizado. Se buscaba la protección de aquellas entidades a las que los moáis representaban; algo similar a las tumbas ubicadas en el interior de nuestras iglesias y catedrales.

Moles por doquier

Los trabajos sobre el terreno han constatado que montañas enteras fueron removidas para extraer de ellas la roca volcánica con la que tallar los moáis. Ésta podía cortarse fácilmente con herramientas de basalto y obsidiana, lo que permitía dar una forma básica en la propia cantera. Luego, los moáis se extraían y semienterraban en los alrededores para esculpirlos hasta el último detalle. En 1978 se descubrió que en las cavidades oculares se colocaban placas de coral a modo de ojos. Pero en algún momento fueron retirados y enterrados o arrojados al mar por los mismos pobladores, quizá durante alguna guerra tribal.


Teorías para dar y regalar

La forma en que se transportaban hasta su ubicación definitiva genera más dudas. No se sabe con exactitud cómo se trasladaban, pero se sospecha que para ello se empleaban trineos o rodillos de madera. Otra teoría sostiene que movían las moles balanceándolas con cuerdas. Los alineados con esta última explicación se basan en el experimento realizado en 1986 por el checo Pavel Pavel. Este ingeniero e investigador demostró que diecisiete hombres equipados con algunas maromas (cuerdas gruesas de fibra vegetal) eran suficientes para transportar un moái de nueve toneladas. En 2000, una expedición arqueológica norteamericana capitaneada por el Dr. Charles M. Love excavó secciones de las tres principales carreteras que sirvieron para transportar los rostros gigantes. Descubrieron que las vías, de una anchura media de tres metros y medio, no eran planas, sino que tenían una forma parecida a una "U" o "V", y que en algunos tramos estaban flanqueadas por líneas de rocas. Éstas no estaban colocadas allí por azar o a modo decorativo. Descansaban encajadas en agujeros tallados en el lecho de roca que forma el suelo de la isla. Ello, ligado al hecho de que este tipo de agujeros solía estar en tramos en que la carretera hacía pendiente, llevó a los arqueólogos a especular con la posibilidad de que estas zonas fueran diseñadas para acomodar algún tipo de mecanismo ideado para salvar desniveles y ayudar a desplazar los moáis.

La mayoría de los moáis llevaba sobre su cabeza una especie de cilindro de piedra roja (extraída de la cantera de Puna Pau, lejana del lugar donde se esculpían las estatuas) llamado pukao. Algunos pesaban más de diez toneladas. En septiembre de 2009, científicos británicos aclararon parte del misterio de estas coronas, gracias al descubrimiento de un camino que se utilizó para transportarlas. Los profesores Sue Hamilton, del University College de Londres, y Colin Richards, de la Universidad de Manchester, afirmaron que los pobladores polinesios de la isla elaboraron los pukao entre 1250 y 1500.

Lo que sigue siendo una incógnita es cómo lograron levantar estas pesadas rocas hasta lo alto de los moáis. Según Hamilton y Richards, las coronas se hacían rodar por una carretera (de un cemento de polvo de escoria roja comprimida) que contaba con una calzada elevada en uno de sus lados. Lo más probable es que los pukao se empujaran a mano, aunque también es posible que se emplearan troncos de madera. En la misma excavación se descubrió un hacha de obsidiana con una hoja de diecisiete centímetros abandonada junto a la carretera. Su hallazgo, y la manera en que las coronas rotas están alineadas en uno de los lados del camino, sugiere, según los investigadores británicos, que la carretera era una avenida ceremonial que conducía hasta la propia cantera. Ésta, por su parte, no solo sería un lugar industrial, sino también sagrado.

Un final trágico

Entre los siglos XV y XVIII la isla sufrió una crisis de superpoblación que derivó en un conflicto entre las diferentes tribus. Ello explicaría la destrucción de los altares ceremoniales y el abandono de las canteras donde se tallaban los moáis. Éste se produjo de forma repentina, a juzgar por las estatuas a medio labrar que todavía hoy minan los alrededores del Rano Raraku. Los nativos comenzaron a habitar las cuevas dispersas por la isla y, al parecer, ante la escasez de alimentos, llegaron a practicar el canibalismo. Aquella catarsis social traería consigo el fin de los moáis y el nacimiento de nuevos ceremoniales.

Cómo los elaboraban


El sombrero: el llamado punkao estaba confeccionado con escoria volcánica de color rojizo. Algunas teorías dicen que se colocaba sobre la cabeza del moái atándolo con un cordel antes de que éste se erigiera. Sin embargo, la leyenda señala que se ponía una vez la estatua estaba levantada, utilizando las piedras colocadas frente a ella para este proceso.

Los ojos: es probable que se insertara en el moái una vez ya estaba erigido sobre la plataforma. Estaban hechos de coral blanco y obsidiana (vidrio negro).

Las orejas: Tenían forma rectangular y se perforaban. Los lóbulos solían decorarse con un grueso cordón o con un disco.

Los brazos: se esculpían muy pegados al cuerpo, con las manos en la parte delantera. Los dedos se representaban alargados.

La plataforma: denominada ahu y fabricada en piedra, sobre ella podían alzarse desde uno hasta quince metros.




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