lunes, 12 de diciembre de 2011

La improbable victoria de Stalin


En celebración del  del 24 aniversario de la revolución bolchevique, se organizó el tradicional desfile en la Plaza Roja de Moscú. Bien pudo haber sido el último. En la madrugada del 7 de noviembre de 1941, soldados y tanques del Ejército Rojo avanzaron por la nieve, pasando por delante de la catedral de San Basilio y el Kremlin, mientras tropas alemanas esperaban a pocos kilómetros de la ciudad, listos para atacar. Stalin dio un discurso desde encima del mausoleo de Lenin en el que informó a sus compatriotas de la gravedad de la situación: "Camaradas, hoy debemos celebrar el 24 aniversario de la Revolución de Octubre en difíciles circunstancias. El ataque a traición de los bandidos alemanes y la guerra que nos han obligado a luchar han conseguido crear una amenaza sobre nuestro país. Hemos perdido temporalmente varias regiones y el enemigo se encuentra a las puertas de Leningrado y Moscú".

La crisis había sido causada por la batalla a muerte que estaban librando la Alemania nazi y la Unión Soviética. El futuro de Europa y del mundo entero quedaría decidido durante los siguientes días, semanas y meses. Stalin concluyó su discurso realizando una firme llamada a sus compatriotas:

"¡Muerte al ejército alemán de ocupación! ¡Viva nuestra gloriosa patria, su libertad e independencia! Bajo el estandarte de Lenin, ¡avancemos hacia la victoria!".

Rusia huye

Al principio de la Segunda Guerra Mundial, Alemania y la URSS constituían los aliados más improbables, habiendo firmado un pacto de no agresión en agosto de 1939. A Hitler el pacto le proporcionaba la libertad que necesitaba para conquistar Gran Bretaña y Francia, mientras que para Stalin supuso tiempo para reconstruir su ejército, que había quedado hecho añicos tras las recientes purgas militares. Aún así, asegura el catedrático Chris Bellamy, este débil trato nunca estuvo destinado a durar. Según él, "el choque militar entre la Alemania nazi y la Unión Soviética resultó al final inevitable, tal y como lo era desde que Hitler había subido al poder. Hitler estaba obsesionado con 1a amenaza bolchevique, como él la veía, y de hecho el partido nazi habia surgido como prevención de la expansión del comunismo".

El 22 de junio de 1941, Hitler rompió el pacto de forma dramática, haciendo que unas fuerzas compuestas por tres millones de hombres invadieran la Unión Soviética en un frente que abarcaba casi 3.000 km. Los primeros ataques de la Operación Barbarroja supusieron un increíble triunfo para Hitler y un devastador golpe para Stalin. El ejército ruso fue tomado totalmente por sorpresa, hecho que resulta más que extraño dado que la invasión era un secreto a voces desde hacía tiempo. Sin embargo, Stalin, que solía tener fama de ser extremadamente paranoico había fracasado de manera espectacular a la hora de prepararse para el momento. Según Bellamy, "los rusos tenían información de que los alemanes iban a atacarlos, pero Stalin simplemente decidió hacer oídos sordos. En mi opinión, Stalin se negaba a creerlo. Incluso si hacía caso a los informes, no había nada que pudiera hacer, ya que el grado de reequipamiento y la formación militar que se tendrían que conseguir para poder hacer frente a la invasión alemana no había sido completado".


La Wehrmacht cosechó éxito tras éxito. En un mes ya había avanzado más de 600 km y tomado varias ciudades importantes, entre las que se encontraban Minsk, Smolensk, Viazma y Kiev. Leningrado se hallaba asediada. En un intento desesperado por contener a los alemanes, las fuerzas armadas rusas sufrieron gran número de bajas, y multitud de soldados fueron hechos prisioneros en maniobras envolventes alemanas. Unos 325.000 fueron capturados únicamente en Minsk. En palabras de Bellamy: "fue algo catastrófico. El daño que causaron los alemanes y el número de bajas ha sido comparado con un pequeño ataque nuclear. En los primeros seis meses de guerra, los rusos perdieron casi cuatro millones de personas".

Desde el principio, la Unión Soviética pareció estar condenada: "Cuando se lanzó la Operación Barbarroja, los alemanes tenían sin ninguna duda muchísimas más posibilidades de ganar. Estaban increíblemente bien entrenados y experimentados y nunca antes habían sido derrotados en tierra, mientras que todo el mundo sabía que los rusos habían sufrido enormemente con las purgas. Se trataba, después de todo, de un nuevo régimen que había estado masacrando a su propio pueblo. Si tomamos un establecimiento militar moderno y acabamos con la misma proporción de coroneles y generales a la de Rusia entre 1937 y 1940, no nos quedarían los suficientes hombres ni para llevar un puesto en el mercado". La mayor parte de observadores externos no albergaban casi ninguna esperanza para el contraataque ruso, incluidos los británicos, que pensaban que serían derrotados en menos de dos semanas.

Al purgar su propio ejército y no hacer caso a las advertencias de invasión, es al propio Stalin a quien hay que culpar mayoritariamente por el desastre que tuvo que sufrir Rusia. De habérsele pillado con la guardia baja, tal vez lo habría admitido, ya que al parecer poco después de que comenzara la Operación Barbarroja les dijo a sus luganenientes: "Lenin nos dejó una gran herencia y nosotros, sus herederos, la hemos cagado". En el período que siguió a la Operación Barbarroja la posición que ostentaba Stalin llegó incluso a estar en peligro. Según Bellamy, "si alguien en el núcleo central de líderes soviéticos se hubiera atrevido o hubiera tenido la intención de hacerlo, tal vez habría podido derrocar a Stalin. Y no solo eso, sino que también se produjeron indicios de descontento en ciertos sectores de la población. Grandes grupos de personas en Ucrania querían acabar con el poder soviético. Los estados bálticos habían sido incorporados en 1940 y en absoluto deseaban estar bajo dominio de la Unión Soviética. Hubo incluso gente que desapareció de sus casas en Moscú, acampó en los bosques y formó grupos guerrilleros en potencia".

Sin embargo, al final nadie tuvo el valor de enfrentarse a Stalin y el descontento social fue controlado gracias a la acción del NKVD, "Comisariado del pueblo para asuntos internos" (la policía secreta). Aunque Moscú se hallaba bajo amenaza de invasión, Stalin tomó la osada decisión de permanecer en la capital, incluso cuando mucha gente había huido ya de la ciudad, e instó a realizar un esfuerzo sobrehumano para defenderla.

Conteniendo el ataque

Según avanzaba el otoño de 1941, el ejército alemán se estaba acercando cada vez más a Moscú. En noviembre, algunas fuerzas ya estaban dispuestas a tan solo 30 km de la capital rusa. No obstante, el avance de la Wehrmacht estaba resultando más y más difícil por momentos. Durante los primeros meses de la guerra sí que habían cosechado victorias sucesivas, pero en el proceso los rusos también habían causado graves bajas en el ejército alemán. Asimismo, también estaba resultando cada vez más difícil abastecer a un ejército tan numeroso tan lejos de casa. Lo que Bellamy denomina "la cuerda logística alemana", había sido estirada demasiado. A estos problemas se sumaba el principio del invierno, que fue de hecho uno muy frío, incluso para parámetros rusos. A diferencia de sus enemigos, los alemanes no estaban adecuadamente equipados para el tiempo invernal. Sus armas no funcionaban bien, los tanques se paraban y la aviación no podía volar. Además, los soldados no tenían ropa de invierno, con lo que las tropas sufrieron los efectos de la congelación de manera increíble, algunos de ellos llegando incluso a morir en sus puestos. El doloroso enfrentamiento de la Wehrmacht con el "General Invierno" pudo haberse evitado si la Operación Barbarroja hubiera sido lanzada el 15 de mayo como había sido originalmente planeado. Sin embargo, la necesidad de controlar un alzamiento en Yugoslavia tuvo el efecto de retrasar los planes de invasión, con lo que Alemania perdió 38 preciosos días en su plan de tomar Moscú antes de que comenzara a llegar la nieve. Un retraso que llegó a tener fatales consecuencias.

A principios de diciembre tuvo lugar la gran contraofensiva soviética. Liderados por el edificante general Georgi Kostantinovich Zhukov, los rusos comenzaron a obligar al enemigo a retirarse. Para marzo de 1942 el exhausto ejército alemán ya había retrocedido unos 150 km en ciertos lugares y, por primera vez en tierra en la historia de esta guerra europea, Hitler había sido derrotado. Según Bellamy, "en retrospectiva, la batalla de Moscú fue el momento crucial de la guerra, aunque en la época nadie podía saber si la victoria rusa en la contraofensiva sería algo duradero". 

En la primavera de 1942, el ejército alemán se encontraba todavia acampado bien avanzada la Unión Soviética, Leningrado continuaba bajo sitio y los rusos todavia no habían tenido tiempo de recuperarse de los esfuerzos del anterior año.

Bellamy afirma que "tras haber sobrevivido a una catástrofe militar increíble en 1941, en 1942 Rusia casi estuvo a punto de desmoronarse por completo. El experto asegura que únicamente continuó en pie gracias a la acción combinada del control ejercido por la el NKVD y la ayuda económica que proporcionaban los aliados occidentales, que puede que no fuera demasiado grande "pero que resultó suficiente como para evitar que Rusia colapsara".

El 28 de junio Hitler llevó a cabo su segundo intento de destruir la Unión Soviética. En la Operación .Azul, el grupo sur alemán se adentró más en la Rusia meridional con la esperanza de derrotar al Ejército Rojo y tomar los valiosos yacimientos petrolíferos del Cáucaso. Al igual que sucediera el año anterior, la Wehrmacht avanzó y capturó grandes franjas de territorio. No obstante, Hitler había cometido un craso error, ya que optó por dividir el grupo de ejército en dos: una parte intentaría tomar los yacimientos mientras la otra atacaría la ciudad de Stalingrado a la orilla del río Volga. Ninguno de estos objetivos fue asegurado. En el momento crucial, el líder nazi comenzó a vacilar. Bellamv afirma que "el ejército británico actuaba según un principio de selección y mantenimiento de objetivos. El objetivo alemán no fue en absoluto mantenido. ¿Cuál era? ¿Moscú? ¿Leningrado? ¿Los yacimientos? ¿Stalingrado? Hitler no paraba de cambiar de objetivo. La invasión de Stalingrado no era tan siquiera una buena idea. Resulta obvio por qué la quería conquistar —la ciudad llevaba el nombre del jefe—, pero lo cierto es que, aunque sí que era un núcleo industrial, no constituía un objetivo especialmente importante. Si su objetivo era tomar los yacimientos del Cáucaso, tendría que haberse concentrado en ellos en vez de desviar las fuerzas y atacar Stalingrado".

Zhukov
Lenta derrota

El avance en el Cáucaso se vio frenado en septiembre debido a la falta de suministros y de recursos humanos para derrotar a los rusos que se estaban encontrando por el camino. Así, la atención internacional se centró en la titánica lucha que se estaba librando en la ciudad de Stalingrado. Según Bellamy, "era la última oportunidad que tenía Alemania para derrotar a la Unión Soviética". En agosto, las tropas alemanas penetraron en los suburbios de la ciudad pero no consiguieron tomarla en su totalidad. En septiembre, fuerzas lideradas por Friedrich Paulus llegaron hasta el centro de la urbe y entablaron una feroz batalla entre los escombros que habían creado las bombas de la Luftwaffe. En octubre, los rusos se vieron arrinconados con el Volga a sus espaldas y la ciudad a punto de escapárseles de las manos. Aún así, no todo fue coser y cantar para el ejército alemán, ya que habían vuelto a tener los mismos problemas de abastecimiento de 1941 y el invierno estaba de nuevo a la vuelta de la esquina. Al igual que sucediera en la batalla de Moscú, los rusos se encontraban mucho mejor preparados para lidiar con las duras condiciones climáticas que su enemigo y eran perfectamente conscientes de ello. Se contrató a los mejores meteorólogos de la Unión Soviética para poder predecir cualquier cambio en el tiempo. Así, por ejemplo, la principal contraofensiva de Stalingrado tuvo lugar justo cuando la nieve estaba empezando a caer. Bellamy llega incluso a asegurar que "sin duda alguna los rusos estaban utilizando el tiempo meteorológico como arma de guerra".

Mientras la tenaz defensa rusa continuaba aferrándose a lo que les quedaba de ciudad, Zhukov se encontraba ideando un brillante golpe estratégico que conseguiría devolverles la pelota a los alemanes. Tras reunir a sus fuerzas detrás de las lineas, el 19 de noviembre avanzó tanto desde el norte como desde el sur en un movimiento de tenazas que consiguió deiar atrapados a 250.000 soldados en la ciudad. Incapaz de abandonar su trofeo, Hitler se negó a permitir una retirada, por lo que pronto se agotaron sus posibilidades de escapar. Según Bellamy, "los alemanes no estaban simplemente rodeados, sino que se trataba de dos círculos concéntricos al mejor estilo clásico. Estamos ante una estrategia idéntica a la adoptada en la batalla de Cannas [cuando Aníbal derrotara a los romanos en la Segunda Guerra Púnica] en 216 a.C. Cuando Paulus finalmente se rindió el 31 de enero de 1943, únicamente contaba con menos de 100.000 hombres. En el trascurso de la batalla, las fuerzas del Eje habían perdido 800.000 hombres y, aunque las bajas rusas eran de hecho algo mayores, pudieron compensar sus pérdidas gracias al gran número de recursos humanos con el que contaban. Los alemanes no tuvieron tanta suerte.

Causas de la victoria aliada

Tras la batalla de Stalingrado, la guerra en el frente oriental todavía continuaría durante otros dos años, pero nadie dudaba ya del resultado final. A partir de entonces, los perdedores únicamente podían ser los alemanes, aunque ambos bandos seguirían sufriendo numerosas bajas hasta el final del conflicto.

Alemania había pasado de la euforia sentida al comienzo de la Operación Barbarroja a la desesperación de Stalingrado en tan solo año y medio. ¿Cómo consiguió Rusia dar la vuelta a la tortilla de manera tan impresionante? Para explicarlo tenemos que tener en cuenta los opuestos papeles que desempeñaban ambos líderes. Stalin había fracasado claramente en otras ocasiones, pero se hallaba totalmente dispuesto a aprender de sus errores y, según Bellamy, "demostró ser un líder de guerra totalmente eficaz". Hitler, por el contrario, "empezó a perder los papeles" al tener que enfrentarse a las complicaciones que acarreaba un enemigo de la talla de la Unión Soviética.

Hitler no solo fracasó a la hora de mantener sus objetivos, sino que continuó interviniendo en la toma de decisiones militares, lo que tendría consecuencias negativas para el rendimiento de su ejército. Stalin, por el contrario, "cada vez confiaba más en sus comandantes militares" y concedía a sus generales la suficiente libertad como para obtener resultados. También tuvo suerte de contar con unos de los cerebros militares de mayor talento. Según Bellamv, "el alto mando soviético era muy bueno. Siempre se habla de Zhukov, pero Konstantin Rokossovsky fue de hecho el que mostró más pericia táctica. Estuvo involucrado en todas las batallas y desempeñó un papel crucial en los enfrentamientos de Moscú y Stalingrado.

Otra ventaja que tenía Stalin eran las dimensiones mismas de la Unión Soviética, con todo lo que ello conllevaba en cuanto a población y recursos. Los rusos sumaron unos ocho millones y medio de bajas irrecuperables en el campo de batalla en el trascurso de la guerra, mientras que las de los alemanes no superaron los cuatro millones. Incluso cuando estaban ganando, estaban sufriendo más bajas que su enemigo, pero sus pérdidas podían ser compensadas con mucha más facilidad que en el caso alemán. Los alemanes a menudo se hallaban atados de pies y manos debido a los problemas con los suministros, pero la producción industrial rusa jugó un papel decisivo a la hora de mantener al país en la guerra.
Antes de la guerra, gran parte de la industria rusa había empezado a trasladarse hacia el este del país alejándola así de las zonas de conflicto, hacia lugares donde pudiera producir armas y tanques en enormes cantidades. Según Bellamy, "una de las historias más increíbles de todo el asunto es la de Kúibyshev, centro de las reservas de la Unión Soviética durante la guerra. Gracias al recuento de un americano allí evacuado sabemos que la localidad era pequeña, tranquila y aburrida, pero que a pocos kilómetros de ella habia una ciudad llamada "sin nombre" formada por todo un gigantesco despliegue de fábricas productoras de aviones, entre otras cosas".

Otra arma que Stalin supo utilizar a la perfección fue el nacionalismo, algo que anteriormente había sido un concepto totalmente extraño en la multinacional Unión Soviética. Bellamy afirma que "el uso que hizo Stalin del patriotismo innato ruso fue magistral. Al principio de la guerra apeló al pueblo ruso utilizando imágenes rusas nacionalistas y patrióticas anticuadas, para posteriormente, tras Stalingrado, volver a introducir los uniformes de estilo imperial, algo que anteriormente habría resultado en todo punto impensable. El ejército que fue de Stalingrado a Berlín no portaba la nada glamurosa insignia de las fuerzas comunistas, sino las hombreras doradas del más puro estilo zarista".

En su intención de unificar al pueblo de esta manera, a Stalin le benefició la violenta represión sufrida en los pueblos que ocupaba la Alemania nazi. Según explica Bellamy, "cuando los alemanes llegaron a Ucrania y los estados del Báltico, mucha gente los recibió como liberadores. No obstante, el tratamiento que tuvieron que sufrir estos territorios pronto hizo que los alemanes fueran considerados como invasores. Si hubieran manejado el asunto más astutamente, no creo que los movimientos partisanos prosoviéticos hubieran adquirido tanta fuerza como hicieron". Los nazis dejaron totalmente claro la concepción que tenían de la gente de la Unión Soviética, lo que únicamente fue en detrimento su causa".

De mal en peor

No cabe duda de que los bolcheviques no eran en absoluto novatos en lo que se refiere al maltrato de la población civil y, de hecho, la represión soviética interna sufrió un aumento durante la guerra. Se trataba de un auténtico maltrato, pero, según Bellamy, cumplió su objetivo: "Con la Unión Soviética nos encontramos ante un país muy distinto al nuestro. Para los historiadores occidentales resulta fácil criticar el papel de los oficiales del NKVD y concluir que su actividad era contraproducente, pero no creo que fuera así. He visto informes del NKVD en los que se critican los arrestos sin motivo. Era una organización de seguridad enormemente profesional".

Bellamy añade que "de no ser por la naturaleza totalitaria del régimen de Stalin, la Unión Soviética no habría podido ganar la guerra. La democracia no habría podido librar una guerra de tales características". Para Bellamy, no fue el fracaso del totalitarismo lo que consiguió derrotar a los nazis, sino el fracaso de su tipo de totalitarismo frente al ruso. Los rasgos inflexibles de la ideología nazi, como la renuencia a llamar a mujeres a filas, estaban de hecho jugando en su contra. Por el contrario, algunos rasgos de la ideología bolchevique podían ser eliminados si hacía falta".

Bellamy está convencido de que la Segunda Guerra Mundial no estuvo formada por un único conflicto sino por "una combinación de guerras muy distintas". El enfrentamiento entre Rusia y Alemania fue, según él, "la más grave y terrible" de ellas. En el trascurso de lo que los rusos conocen como la Gran Guerra Patriótica, la Unión Soviética perdió casi 27 millones de personas, más de la mitad civiles. En el proceso, consiguieron causar más de cinco millones de muertes en Alemania y sus aliados y capturar a otros tantos como prisioneros. La escala de la batalla fue superior a la de cualquier otra durante la Segunda Guerra Mundial y la Unión Soviética fue la causante de más del 70 por ciento de las bajas alemanas en campo de batalla. Aunque Bellamy asegura que la combinación de los esfuerzos aliados resultó vital, también afirma que "en lo que respecta a la guerra en tierra, la contribución soviética fue la más significativa".

De Stalingrado a Berlín

La derrota alemana estaba prácticamente asegurada tras la batalla de Stalingrado, pero tendrían que pasar más de dos años antes de que los nazis se rindieran. El 16 de febrero de 1943, la Unión Soviética reclamó la ciudad ucraniana de Járkov, pero la Wehrmacht no habia ni mucho menos dado la tarea por concluida y lanzó un enérgico contraataque. El 5 de julio los alemanes lanzaron una gran ofensiva destinada a eliminar la linea de vanguardia rusa que rodeaba la localidad de Kursk. El resultado fue la mayor batalla de tanques de la historia: unos 6.000 tanques participaron en el enfrentamiento. Las fuerzas rusas aguantaron el envite.

A partir de entonces, la Wehrmacht adoptó una estrategia defensiva. Los ataques rusos realizados los siguientes meses consiguieron tomar las localidades de Smolensk (25 de septiembre) y Kiev (16 de noviembre). El 28 de noviembre tuvo lugar la primera de las "tres grandes" conferencias celebradas en Teherán, donde Stalin presionó a Churchilly Roosevelt para que abrieran un segundo frente en Europa Occidental. A principios de 1944 el bloqueo de Leningrado fue desintegrado, liberando así a la ciudad tras tres crueles años de hambruna. Las preparaciones comenzaron luego para la gran ofensiva de verano, la Operación Bagratión, iniciada el 22 de junio en Bielorrusia. El ataque ruso resultó todo un éxito. En un par de semanas Minsk fue tomada y el 31 julio el Ejército Rojo tenía rodeada Varsovia. Aquí el alto mando soviético hizo un alto para pasar revisión y decidió no prestar ayuda al alzamiento de los habitantes de la capital polaca que tuvo lugar poco después. El ataque final soviético no comenzó hasta el 12 de enero de 1945. Varsovia fue tomada en cinco dias. Todas las miradas se dirigían ahora hacia Berlín.

El 25 de abril la capital alemana quedó rodeada, el mismo día que las fuerzas americanas y rusas se unieron en su avance por el Elba. El 30 de abril la bandera roja fue desplegada sobre el Reichstag y Hitler, dándose cuenta de que el juego habia terminado, se quitó la vida. La guerra en Europa terminó de manera oficial el 8 de mayo de 1945.

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