jueves, 17 de marzo de 2011

Tutankamón, el hombre detrás de la máscara


Mucha gente  ha quedado extasiada ante la máscara dorada de Tutankamón, maravillándose ante la destreza con que ha sido realizada, de sus materiales o por su mera belleza. No obstante, pocos piensan en la persona que la llevó durante miles de años y muchos menos saben que fue decapitado por los arqueólogos para poder sacar la máscara y presentársela al mundo.

Tutankamón nació hacia 1334 a. C., probablemente en Amarna, la ciudad de su padre Ajenatón (aunque los expertos difieren sobre el linaje del niño rey). Ajenatón fue un reformador religioso que cerró todos los templos de Egipto y trasvasó todos los cultos que estos recibían hacia el culto de Atón, el disco solar, la deidad que se adoraba en Amarna. Debido a este cambio religioso, muchos asumen erróneamente que Ajenatón era monoteísta. Aunque prohibió que se adorase a ningún otro dios que no fuera Atón, únicamente el faraón y la familia real podrían adorarlo de manera directa. El resto únicamente tenía acceso al dios a través del propio Ajenatón, casi como si se igualara a la deidad. Por lo tanto, había dos dioses: Atón y Ajenatón.

Ajenatón concentró todas sus energías en su nueva ciudad y en su religión. Raramente abandonó las fronteras de Amarna, lo que puede que resultara apropiado para un sacerdote, aunque no para un rey.  Así, el poder que Egipto ejercía sobre Oriente Próximo poco a poco empezó a verse debilitado al dejar desatendidos a sus estados vasallos y permitir que el cada vez más poderoso ejército hitita se hiciese con el control de la región.
Tutankamón llegó al mundo en medio de esta época de inestabilidad política y fervor religioso. Creció en Amarna, a salvo de la inquietud política que se sentía por todo el país. Cuando Tutankamón contaba con tan sólo ocho años de edad, una plaga asoló la ciudad y acabó con gran parte de su familia, con lo que el pequeño se vio inmerso de golpe en la vida política adulta al ser coronado rey.

Tras diez años de reinado, Tutankamón murió a los 18 años de edad. Hay quien piensa que fue asesinado justo cuando estaba a punto de alcanzar una edad en la que ya resultaba difícil de controlar. No obstante, según los resultados de la tomografía computerizada llevada a cabo en 2005, en su cadáver no aparece ningún indicio al respecto. Aún así, no cabe duda de que el debate sobre las causas de su muerte seguirá trayendo cola durante muchos años. No se han publicado demasiados estudios que traten los 18 años de vida de Tutankamón, aunque en su tumba aparecen varios objetos personales que nos indican quién pudo ser este niño-rey.

En su infancia, Tutankamón fue un chico al que le gustaba jugar fuera de casa y volvía con las rodillas magulladas y los zapatos llenos de barro. Parece seguro que el joven Tutankamón aprendió a valerse por sí mismo. Entre su colección de bastones se halla un junco montado en oro con la inscripción "Junco que su majestad cortó con sus propias manos", lo que indica que en su juventud se había sentado y grabado su bastón con un objeto punzante. Obviamente, se sentía muy orgulloso de su logro, y alguien montó el bastón en una empuñadura, tal vez como símbolo de indulgencia o por verdadera admiración ante los talentos del joven.

Existen otras pruebas de su gusto por las actividades al aire libre, como demuestra el utensilio para encender fuego que se encontró en su tumba. Tal utensilio consta de dos partes, una base perforada con pequeños agujeros y un palo que se colocaba en dichos agujeros y se frotaba hasta que saltaba una chispa y se encendía un fuego.

Tales destrezas resultaron útiles para el joven príncipe y futuro rey, a quien le gustaba mucho, además, cazar y hacer carreras en carro. Aunque en su tumba aparecen numerosas imágenes del rey llevando a cabo estas actividades pintadas en objetos más tradicionales propios de la realeza, existen pruebas suficientes que atestiguan que se trataba de aficiones verdaderas más que de montajes propagandísticos.

El arte de la guerra y el manejo de los carros formaban parte de la educación tradicional de la realeza y ya a los cinco años Tutankamón los estaba estudiando, como  prueban las armas de pequeño tamaño descubiertas en su tumba, entre las que se incluyen bumeranes, tirachinas, cimitarras y arcos y flechas. También se encontraron guantes de pequeño tamaño, como los que se utilizaban en el manejo de carros y en equitación. Parece probable que Tutankamón participase en los desfiles de carros diarios que se organizaban en Amarna, que proporcionaban a las gentes de la ciudad la oportunidad de ver al rey Ajenatón y a la familia real.

La tumba de Tutankamón también cuenta con cuatro impresionantes carros de caza que pudieron haber sido utilizados para ir al desierto a cazar leones, gacelas y toros salvajes. Las presas se iban haciendo cada vez más grandes y salvajes a medida que el rey cumplía años y se hacía más fuerte. Aunque no en su tumba, también se ha encontrado una imagen en un talatat reutilizado perteneciente al noveno pilón de Karnak, en el que se puede ver cómo Tutankamón participa en la cacería de un león y un toro salvaje y luce toda su destreza y su valor en el campo. Puede que las plumas de avestruz que adornan su famoso abanico de oro fueran tomadas de uno que hubiera cazado el propio rey. Y puede que se celebraran numerosos festines en el palacio, rebosantes de liebres, gacelas y toros salvajes que el joven Tutankamón cazara. O que el rey no mostrara talento alguno a la hora de cazar y montar en carro, sino que simplemente disfrutara de la emoción de la persecución.

Nunca llegaremos a comprender por completo la vida de este enigmático niño rey, pero al menos podremos identificarnos con la emoción y la ilusión que sentía cuando subía a su carro y miraba el llano desierto que se extendía frente a él, sabiendo que durante unas pocas horas podría olvidarse de intrigas palaciegas, inestabilidades políticas y reformas religiosas. Tan solo existían él, sus caballos y el desierto.

Charlotte Booth es profesora de Egiptología en el Birbeck College de Londres. Este artículo está basado en su libro The boy behind the mask: meeting the real Tutankhamun, Oneworld Publications, 2007. En español acaba de publicar El secreto de la esfinge y otros misterios del Antiguo Egipto. Crítica. 2010.



¿Murió de malaria?

Un estudio  reciente publicado en The Journal of the American Medical Association (http:// jama.ama-assn.org) llevado a cabo por un equipo capitaneado por Zahi Hawass, jefe del Consejo Superior de Antigüedades Egipcias, ha concluido que —tras largos debates acerca de las causas del fallecimiento del niño rey— el verdadero motivo de su muerte parece ser que fue el paludismo, unido a diversas enfermedades óseas.

Ello explicaría la enorme cantidad de bastones encontrados en su tumba, que el monarca utilizaría para ayudarse al caminar, así como la profusión de productos médicos y la pierna roturada que se pudo ver con el escaneado de la momia (una caída y su consiguiente fractura habrían provocado la infección por malaria). La investigación también ha sacado a la luz nuevas teorías acerca del árbol genealógico cercano a Tutankamón, aunque la polémica sigue abierta en lo referente a sus padres.


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