martes, 4 de octubre de 2011

Cartago frente a Roma (Parte 2)

Potencia marítima

Para favorecer la principal fuente de riqueza de la ciudad durante siglos -el comercio marítimo a través de una amplia flota- se construyó a lo largo de la línea de playas toda una serie de dársenas y diques que permitían las labores de atraque y desembarco de mercancías. Para ello, los fenicios contaban con un tipo de nave panzuda y de gran capacidad, dotada con remos y una amplia vela rectangular, a veces con una proa levantada en forma de cabeza de caballo, de donde proviene el nombre que los griegos le daban -hippos-, especialmente cuando se referían a la nave fenicia de Gadir (Cádiz).

Hippos, barco cartagines
Barco mercante fenicio, el hippos, también empleado por los cartagineses. La bodega se ha representado abierta para mostrar la carga, pero iba, naturalmente, cerrada.

La tradición marinera de los fenicios se mantuvo y se amplió aún más entre los cartagineses, como lo prueban los famosos periploi de Himilcón y de Hannón, entre otros. Hannón el Navegante condujo una expedición al Atlántico sur con sesenta naves de 50 remos, 30.000 hombres y mujeres, víveres y el equipo necesario para un viaje de reconocimiento y fundación de nuevas colonias. Fue un viaje por el Atlántico costeando África, en el que presuntamente se llegó hasta el golfo de Guinea, con aventuras y episodios teñidos de referencias míticas de origen griego (la lucha de Perseo y Gorgona, entre otras). Himilcón abrió las rutas hacia el Atlántico norte, especialmente importantes para conseguir metales varios, entre los que destacaba el estaño.

La flota comercia permitía un ventajoso intercambio de productos manufacturados -cerámica, telas, joyas y amuletos, piezas de marfil, huevos de avestruz trabajados como recipientes, etc.- por materias primas -metales, principalmente- y productos agrícolas y pesqueros. El control de ese circuito comercial y la protección de las zonas de influencia se llevaba a cabo a través de una eficaz flota de guerra, compuesta por una variada tipología de naves entre las que destacaba la trirreme -triera en griego-, una invención fenicia del siglo VII y que fue mejorada por los griegos: un barco provisto con dos espolones en la proa y con una triple serie de remos que convertían a la nave en un ariete. La quinquerreme se convirtió en el buque de guerra más grande de su tiempo y, junto con las trirremes, en el protagonista de la Primera Guerra Púnica, en la que los principales escenarios del enfrentamiento con Roma fueron las batallas navales. Los rápidos avances romanos en la carrera naval empujaron a los cartagineses a impulsar y desarrollar la guerra terrestre con grandes ejércitos, campo en el que los caudillos bárquidas demostraron una excepcional destreza y eficacia.

En Cartago, el llamado puerto comercial -un recinto rectangular de amplias dimensiones que comunicaba con el mar a través de un canal y una estrecha bocana que alejaban los barcos de los embates del mal tiempo- se ha interpretado en realidad como una dársena militar. A continuación y hacia el interior, en paralelo a la línea de costa, se abría el cothon o puerto militar, un lago circular con una isla artificial en el centro. En ella se alzaban los edificios del Almirantazgo cartaginés, las atarazanas -con capacidad para 220 naves, según nos cuenta Apiano- y los almacenes de la flota de guerra.

En estos puertos interiores, fechados en los dos últimos siglos de la Cartago púnica, se construían y reparaban las naves de guerra. Toda esta construcción se hallaba protegida por un doble muro con puertas que ocultaban a la vista el interior del puerto, discreción muy conveniente para evitar el espionaje romano sobre todo después de la derrota de Zama, en el 202 a.C.. En la consiguiente paz, Roma exigió a Cartago la entrega de toda su flota de guerra para su destrucción, permitiéndole conservar tan sólo 10 trirremes y sus agentes vigilaban para que los púnicos no rehiciesen su poderío marítimo. La construcción naval se hallaba tan desarrollada -con el diseño y ejecución de piezas prefabricadas marcadas y numeradas, entre otras cosas- que permitió el montaje rápido de varias decenas de trirremes y quinquerremes en el año 147, en pleno asedio final de Cartago.

..e Imperio terrestre

Si hasta fines del siglo VI a.C. el mar era el principal escenario de la actividad cartaginesa, desde el s. V a.C. el horizonte de Cartago se amplió hacia el territorio del interior donde, según Estrabón, "acabaron por anexionarse todos los países que no tenían vida nómada" y que en los momentos del enfrentamiento final con los romanos, en la Tercera Guerra Púnica, "poseía trescientas ciudades" en el Norte de África. Además de una amplia región de dominio directo -de hasta unos 170 km. tierra adentro-, las relaciones de dependencia de otros centros de la costa africana, especialmente en las zonas más fértiles, justifican la afirmación de Estrabón acerca del predominio de Cartago. En el siglo IV, la capital controlaba directamente más de la mitad del actual Túnez, mucho más de lo que podía controlar la propia Roma en el centro de Italia en el mismo período.

Como paradigma del aprovechamiento cartaginés de estos territorios se cita sobre todo a Magón el Agrónomo, autor de un Tratado de Agricultura en 28 libros a finales del siglo IV a.C., que fueron traducidos fielmente al latín y cuya ciencia fue recogida por autores como Plinio o Columela. Estos autores se hacen lenguas acerca de la calidad alcanzada por la agricultura púnica en la irrigación de los campos, la variedad de especies cultivadas, la destreza y especialización en cuestiones de injertos, selección de especies, etcétera. Pero el grueso de la producción agrícola lo componía el cultivo del olivo, la vid y los cereales; especialmente estos últimos atrajeron la ambición de los romanos, convirtiendo al agro cartaginés en uno de los graneros de Roma, una vez conquistado el territorio.

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