martes, 20 de septiembre de 2011

Alejandro Magno (Parte 6) Después de Isso

DESPUÉS DE ISSO
A la muerte de Memnon, los almirantes persas Pharnabazus y Autophradates habían tomado el mando de la flota del Egeo de Darío y continuaron estacionados en Chios, poniendo en práctica la estrategia de Memnon, consistente en erosionar el poder macedonio en la Grecia continental y en sus islas mientras Alejandro se hallaba ocupado en su carrera de conquistas hacia el este.

Mientras tanto en Grecia, Agis, rey de Esparta, un estado que nunca había reconocido el liderazgo macedonio, pensaba en la misma línea que los persas y esperaba unir sus esfuerzos a ellos, por lo que navegó con un trirreme para encontrarse con Pharnabazus en la isla de Siphnos en las Cicladas: su objetivo era conseguir un subsidio en barcos y dinero de los persas como ayuda a una guerra contra Antipater, virrey de Alejandro Magno en Grecia.

Pero la noticia de lo ocurrido en Isso llegó a Agis y a los jefes persas precisamente mientras estaban reunidos en Siphnos. Pharnabazus volvió precipitadamente a Cilios. Ciertamente existía el peligro de que a lo largo de todo el litoral este del Egeo, elementos promacedonios se sintieran animados por la victoria de Alejandro a desbancar el control persa. Ante tales circunstancias Agis, naturalmente, no recibió la contribución que esperaba: Autophradates le dio solamente diez barcos y treinta talentos de plata, que envió a su hermano Agesilaus con instrucciones de que los remeros debían recibir su paga completa y la flotilla debía ser enviada a Creta, para establecer allí una presencia antimacedónica. Esta operación se efectuó con todo éxito.

Algunos meses después, a Agis se le unieron los mercenarios griegos que se habían enfrentado a Alejandro en Isso y que escaparon tras la batalla. (El número de fugitivos se estima que había sido originariamente de 8.000; algunos regresaron a Grecia vía Egipto y otros puede que permanecieran en este país.) Agis no recibió el apoyo de Atenas. En el Peloponeso, algunas ciudades se unieron a la llamada de Esparta, Mesena, Argos y Magalopolis (todas enemigas tradicionales de Esparta) que no pensaban oponerse a los macedonios. El problema de Agis era, por tanto, de insuficiencia numérica, por lo que cuando finalmente se encontró ante las murallas de una Megalopolis hostil frente a la fuerza macedonia de Antipater, fue superado abrumadoramente por un ejército dos veces mayor que el suyo. El misino Agis murió heroicamente, luchando de rodillas cuando una herida en la pierna le impidió mantenerse en pie.

Sin embargo, en el mar, los persas disfrutaban de una ventaja numérica, habiendo contando incluso con muchas tripulaciones piratas en su flota. Pero esto, como se vería más tarde, no fue suficiente para expulsar a los macedonios. En sus intentos de proteger y amenazar a la vez diferentes puntos del mar Egeo, dividieron su fuerza con mucha frecuencia. Las unidades de la marina persa que habían tratado de recuperar el mando sobre el Helesponto fueron derrotadas por la flota de Alejandro al mando de los oficiales macedonios Hegelochus y Amphoteric. Mileto fue recuperada por los macedonios, y el mismo Pharnabaus fue capturado en Chios. Las tripulaciones piratas que se habían alistado con los persas fueron detenidas y ejecutadas.

Aproximadamente al mismo tiempo se produjo un reavivamiento del esfuerzo de guerra persa en el interior del Asia Menor. Los oficiales de Darío en Paphalagonia y Capadocia consiguieron hacer levas locales en estas provincias, uniéndoseles también fugitivos de Isso, de los cuales muchos, a pesar del gran número de bajas persas en la batalla, se habían dirigido hacia el norte. Estas fuerzas ahora amenazaban a Antigono, el jefe al que Alejandro había confiado Frigia. Antigono era muy vulnerable debido a que había cedido tropas suyas en apoyo de las operaciones de Alejandro en el este, y las fuerzas de guarnición frigias estaban por tanto disminuidas. Sin embargo, cuando se produjo el combate, Antigono venció al recientemente constituido ejército persa en tres diferentes encuentros. Una vez más se demostró que Alejandro había elegido al hombre adecuado para hacer frente a las guerras que dejaba tras de sí, por lo que él misino nunca se vio obligado a desviarse de su plan original de dirigir sus fuerzas hacia el sur a través de Siria y Palestina.

En Damasco, Alejandro capturó a un cierto número de nobles damas persas pertenecientes a las familias de los oficiales de Darío que se habían alojado allí antes de la batalla. Él las trató con un escrupuloso distanciamiento, con la única excepción de Barsine, la viuda de Memnon, hija de un noble persa, que se convirtió en su amante y que posteriormente le dio un hijo al que llamó Hércules en honor de su famoso antecesor.

Darío, cuando hubo cruzado al otro lado del Éufrates y tras recuperarse de su precipitada huida, envió una carta a Alejandro ofreciéndole la paz en unos términos que en tales circunstancias no podían ser más que conciliatorios. Alejandro recibió la oferta mientras se hallaba acampado cerca de Aradus en la costa siria, una ciudad isleña que le había recibido amistosamente, aunque su rey estaba ausente al servicio de los persas en la flota del Egeo. En su carta, Darío reprochaba a Alejandro su agresión no provocada; sin embargo, ahora le ofrecía su amistad en correspondencia por la devolución de su esposa, madre y hermanas. A esta carta, Alejandro replicó con altanería. Pretextos históricos aparte, rechazó la acusación de agresión no provocada, acusando a su vez a Darío de haber ayudado a los enemigos de Macedonia en las ciudades griegas y de haber instigado el asesinato del rey Filipo. En cualquier caso, rechazó la cuestión de una paz negociada exigiendo nada menos que una rendición sin condiciones. De hecho, el tono de la carta era tal que ni siquiera la rendición parecía satisfacerle, sino que era un reto para que Darío continuara combatiendo.

Alejandro obviamente prefería la guerra a cualquier paz, y es posible que toda su expedición debiera ser considerada como una variación de la política que se llevaba en aquella época de hacer la guerra fuera para mantener la paz en casa. Sin embargo, en favor de Alejandro debe decirse que él no conservó simplemente la paz en Grecia, sino que la impuso donde nunca había existido con anterioridad.


 Alejandro Magno (Parte 5)

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