miércoles, 21 de septiembre de 2011

Alejandro Magno (Parte 8) La batalla de Gaugamela

LA BATALLA DE GAUGALEMA 


Cuatro días después del cruce del río Tigris, los exploradores de Alejandro avistaron a la caballería persa a cierta distancia. Al ser informado de ello, Alejandro dispuso su ejército en orden de batalla y, desplegado de esta manera, avanzó lentamente. Informaciones posteriores revelaron que la fuerza persa no era sino un grupo avanzado, de no más de 1000 componentes. Dejando que su ejército continuara su lento avance, Alejandro cabalgó delante con su escuadrón real y un destacamento de jinetes Paeonian ligeros. Los persas huyeron al verlo aproximarse, pero él los persiguió matando algunos enemigos y capturando a otros. De estos prisioneros, Alejandro averiguó muchas cosas concernientes a los electivos y movimientos del ejército de Darío y de los diversos contingentes que lo formaban. El imperio persa, incluso después de que Alejandro le hubiera quitado Asia Menor, Egipto y la costa de Levante, era aún muy vasto, y su potencial militar, formidable. 



El avance hacia Gaugamela 

Bessos, sátrapa de Bactria, situado en los dominios del noreste de Persia (correspondientes a la moderna parte norte de Afganistán y territorios adyacentes), dirigía un ejército de esta región, que también incluía una unidad de indios. Otros contingentes los formaban los escitas asiáticos, arachotianos (del sur de Afganistan), hyrcanianos del sur del Caspio y sus vecinos del este los areianos, al mando del sátrapa Satibarzanes. También había reclutado tribus del Golfo Pérsico, medas y otros pueblos asociados, fuerzas traídas de las regiones de Susa y Babilonia, junto con sirios mesopotamios al mando del jefe de confianza de Darío, Mazaeus. Se estima que los efectivos totales eran de 40000 de caballería, 1000000 de infantería, 200 cuadrigas con las ruedas provistas de guadañas y algunos elefantes, probablemente quince, aportados por los indios del oeste del río Indo. 

Este ejército había acampado cerca de Gaugamela (literalmente: «La Casa del Camello»), una ciudad situada al lado del río Bumodus a 75 millas al oeste de Arbela. Dándose cuenta del error cometido en Isso, Darío había elegido una amplia llanura como campo de batalla, donde la caballería podía ser desplegada y las cuadrigas utilizadas ventajosamente. El rey persa había dado órdenes, incluso, de que el terreno en esta zona fuera nivelado en los lugares en que estaba irregular, a fn de facilitar sus tácticas con las cuadrigas. 

Tan pronto como Alejandro supo que Darío le esperaba, detuvo su avance y estableció un campamento fortificándolo con un foso y una empalizada, donde dejó su bagaje y animales de carga, junto con los seguidores, tropas no combatientes y prisioneros; después, por la noche, al frente de sus combatientes avanzó en orden de batalla, con poco equipo, a excepción de sus armas. Su objetivo era enfrentarse al enemigo al amanecer. Los campamentos de los dos ejércitos estaban separados unas siete millas; una fila de colinas, sin embargo, los separaba y aún no eran visibles entre sí. 

Alejandro había partido con su fuerza de batalla aproximadamente a la hora de la segunda guardia nocturna (probablemente unas cuantas horas antes de la medianoche). Después de haber cubierto aproximadamente la mitad de la distancia entre su campamento y el del enemigo, se encontró sobre la cresta de las colinas que los separaba: desde aquí las posiciones persas estaban a la vista, brillantemente iluminadas por sus fuegos de vigilancia. 

Las colinas en las que los macedonios se habían detenido debían de estar prácticamente sin árboles, y Alejandro entonces desplegó su ejército para la batalla. Celebró un consejo de guerra con sus oficiales, y se decidió vivaquear en el lugar donde se encontraban, aunque desplegados en línea de batalla. 

Llevando consigo un grupo de caballería Asociada y de tropas ligeramente armadas. Alejandro descendió cabalgando para reconocer el campo de batalla elegido por Darío en la llanura situada más abajo. La luz de la luna probablemente le permitió hacerlo (la luz de la luna en los países de Oriente Medio puede ser muy brillante); sin embargo, probablemente se mantuviera a cierta distancia de las líneas enemigas, pues no formaba parte de su plan el entablar ninguna operación nocturna. 

De hecho, cuando regresó a las posiciones macedonias, se dice que Parmenión sugirió realizar un ataque nocturno, y así coger a los persas desprevenidos. Alejandro replicó, con poco respeto a su opinión, que sería una pena robar una victoria de esa manera. Normalmente invitaba a sus oficiales a que dieran sus pareceres, pero él tomaba sus propias decisiones sin sentirse obligado a seguirlos. Ciertamente siempre había factores difíciles de calcular en un ataque nocturno. También debe recordarse que, en general, aunque Alejandro a menudo sorprendía a sus enemigos con una rápida marcha nocturna, prefería realizar sus combates con luz diurna. 

Sin embargo, los persas aparentemente temían que Alejandro pudiera efectuar ese ataque nocturno, y no habiendo construido ningún campamento, permanecieron tediosamente durante las horas de la noche tensos bajo sus armas en sus formaciones de batalla. Es cierto que los macedonios tampoco tenían un campamento fortificado en la posición donde se habían detenido. Sin embargo, la ladera de la colina ofrecía una defensa natural (inadecuada para la flota de cuadrigas de Darío), por lo que se sintieron lo suficientemente seguros para comer y descansar. 

El orden de batalla persa se conoce con cierta precisión, ya que las instrucciones escritas dejadas por Darío fueron capturadas posteriormente. El ala izquierda, frente al mismo Alejandro situado a la derecha de la línea de frente macedonia, era mantenida por la caballería bactriana con los escitas asiáticos y arichotianos. Los persas estaban posicionados en el centro donde, de acuerdo con la práctica habitual, ocupaba su lugar el rey con su séquito. El ala derecha estaba protegida por tropas procedentes de Siria, Mesopotamia y el Golfo Pérsico; una fuerza avanzada protegía el ala izquierda, compuesta por la caballería escita, 1000 bactrianos y 100 cuadrigas con guadañas acopladas en sus ruedas. Los elefantes, junto con 50 cuadrigas, estaban situados frente al mismo Darío. Los mercenarios griegos, con las tropas persas posicionadas a ambos lados, estaban también extendidos ante él en el sector central. Éstas eran las únicas fuerzas en las que podía confiar para enfrentarse a la falange macedonia. El ejército de Alejandro estaba compuesto por aproximadamente 40000 hombres de infantería y 7000 de caballería. 



En la batalla 

En las tácticas de combate griegas y macedonias existía siempre la tendencia a que el ala derecha de uno de los ejércitos rebasara la izquierda del enemigo. Esto era una consecuencia natural del hecho de que las lanzas se manejaban con la mano derecha: el hombre situado en el extremo de la derecha se desplazaba hacia afuera para obtener más espacio para el codo y asestar así un golpe más eficaz. Los que combatían a su lado, a su izquierda seguían inevitablemente su movimiento hacia afuera para conservar la línea intacta e impedir que se produjera una brecha, de forma que, poco a poco, a medida que cada hombre se acercaba al camarada de su derecha, se producía un desplazamiento general en esa dirección. Pero si bien esto llevaba al envolvimiento de la izquierda enemiga, existía el peligro de que la fuerza envolvente pudiera perder contacto con su propio centro, dejando una brecha que el enemigo podía explotar fácilmente. 

En las tácticas de Alejandro, este peligro se convirtió en un riesgo calculado. Éste siempre estaba alerta a las amenazas que ello implicaba y tomaba las medidas necesarias para neutralizarlas. En primer lugar, la caballería del ala derecha, que él mandaba en persona, quedaba completamente bajo su control y podía ser llamada, incluso en los momentos de una incontrolada victoria y persecución del enemigo, para acudir en ayuda de la presionada falange central. En segundo lugar, la falange estaba organizada hasta cierto punto como una unidad autosuficiente y autoabastecida, que mantenía su posición y función a toda costa hasta que pudiera llegar la ayuda requerida. 

En ninguna de las batallas de Alejandro fueron más evidentes estos cálculos tácticos de Alejandro que en Gaugamela. Sabiendo que la falange macedonia quedaría aislada casi con toda seguridad mientras él y su caballería operaban en la parte extrema derecha, tomó medidas especiales para salvaguardar su posición, en primer lugar, reforzó con una doble formación la retaguardia para que, en el caso de que fueran rodeados, pudiera dar media vuelta y enfrentarse al enemigo desde la dirección contraria. También dispuso los medios para que la falange pudiera extender su línea o cerrar sus filas en el último minuto antes de que se iniciara la batalla, y para protegerla (al menos mientras se realizaba esta operación) apostó unidades de protección de arqueros agríanos y macedonios, en formaciones curvas, en ambos flancos. 

En algunos relatos de la antigüedad se da a entender que Alejandro se quedó dormido la mañana de la batalla y que sus oficiales, dándose cuenta de la necesidad que tenía de descansar, dudaron en despertarlo. En cualquier caso, el combate parece que se inició cuando el sol estaba ya bastante alto. Los dos ejércitos avanzaron uno hacia el otro lentamente en línea de batalla, y en ambos lados se hicieron las maniobras preliminares de forma cautelosa y bien calculada. El plan general favorecía totalmente a Darío, ofreciéndole todas las oportunidades para explotar su superioridad numérica. Las huestes persas sobrepasaban al ejército de Alejandro por ambos lados, pero éste, decidido como siempre a conservar su ventaja en el flanco, dirigió a su caballería de manera continua hacia su derecha. La caballería bactriana y escita de Darío mantuvo el ritmo de aquél, extendiendo la línea, a su vez, en la misma dirección. Sin embargo, estas maniobras tenían como consecuencia que ambos bandos se fueran alejando del terreno central que Darío había despejado específicamente y nivelado para ser utilizado por sus cuadrigas, y existía el riesgo de que éstas fueran incapaces de operar como estaba previsto. Por tanto, el rey envió órdenes para que su ala izquierda, aprovechando su superioridad numérica y su mayor frente, contuviera el movimiento lateral de Alejandro realizando una salida envolvente; estas órdenes fueron llevadas a cabo de la forma debida. 

Al encontrar su camino obstruido, Alejandro inició un ataque hacia el centro de las tropas envolventes, utilizando para este fin la caballería mercenaria al mando de Menidas. Las tropas escitas y bactrianas contraatacaron, pero Alejandro envió su caballería Peonia junto con otras unidades mercenarias, poniéndoles en fuga temporalmente. En ese momento, llegaron las reservas de los bactrianos y consiguieron reunir a los fugitivos. Restablecieron la posición, y realizaron una acción de caballería de represalia en la que los hombres de Alejandro sufrieron grandes bajas, pues estaban en gran desventaja numérica, y los escitas particularmente estaban fuertemente armados. No obstante, oleada tras oleada, los macedonios fueron lanzados al combate y las formaciones enemigas quedaron rotas. 

Podría decirse con propiedad que, a menudo, los movimientos de flanco de Alejandro eran de naturaleza diversionaria y que su ataque estaba calculado para sorprender al enemigo durante los cambios que se veía obligado a realizar para enfrentarse al ataque, en un momento en que sería difícil ofrecer una respuesta organizada. Es posible que la batalla de Gaugamela se iniciara con tácticas de esta clase, aunque su éxito no fuera inmediato. 

En este punto, Darío lanzó sus cuadrigas con guadañas acopladas en las ruedas. Fue un fracaso total, de manera similar a aquellas otras cuadrigas que habían combatido 75 años antes para otro rey persa en la batalla de Cunaxa. En aquella ocasión, como escribía Jenofonte, las tropas griegas atacadas habían abierto simplemente sus filas para permitir a las cuadrigas que las atravesaran, asaeteando a los conductores y a los caballos con armas arrojadizas a su paso. Los arqueros y lanzadores de jabalinas de Alejandro, que se habían situado delante para proteger a la caballería de un ataque de esas características, utilizaron tácticas similares a las utilizadas anteriormente, cogiendo en algunos casos las riendas de los caballos y arrastrando al suelo a sus conductores. Las cuádrigas que habían conseguido atravesar las líneas sin ser alcanzadas quedaron finalmente aisladas y fueron rodeadas por los hypaspistas macedonios y los mozos de caballos. 

Al menos éste es el relato de Arriano. Otros historiadores nos ofrecen una imagen más terrible del efecto producido por las guadañas. Pero en Gaugamela, el impacto del ataque de las cuádrigas no fue en ningún caso ciertamente decisivo, ni parece haber influido mucho en el curso de la batalla. 

Darío, en cuanto las cuádrigas consumieron sus fuerzas, o incluso mientras aún estaban en acción, realizó otro intento para contener el movimiento de Alejandro a su izquierda, ya que éste, una vez que sus adversarios bactrianos y escitas hubieron sido repelidos hacia atrás, continuó con su caballería, formada en columna, hacia el exterior. 

En un nuevo intento por detener su avance, Darío envió a la caballería persa desde el sector central de su amplio ejército. Esto dejó una brecha en el centro, un punto débil fatal, que sin duda representaba la oportunidad que Alejandro esperaba (quizás ese falso movimiento que había intentado provocar). Inmediatamente cambió de dirección y galopó hacia la izquierda. Convergiendo con las unidades del lado derecho de su propia línea central de infantería, las dirigió entonces a la brecha producida, profiriendo gritos escalofriantes y procediendo directamente al punto donde el mismo Darío estaba situado. 

Darío huyó, al igual que había huido en Isso, dando con ello ejemplo a su ejército. Se puede decir incluso que perdió la batalla en esta huida. Mientras tanto, Aretes, el temible oficial de caballería de Alejandro, había conseguido finalmente romper la línea de tropas persas que combatían en el ala derecha macedonia; en este sector del campo de batalla los macedonios resultaron completamente victoriosos. Huida, persecución y carnicería fueron las consecuencias. 

En la izquierda macedonia, sin embargo, y en el centro, los sucesos habían tenido un desarrollo diferente. Solamente la unidad situada en el extremo derecho de piqueros había podido seguir a Alejandro en su violento ataque contra Darío. El resto se había detenido para poder ayudar a sus camaradas del ala izquierda, que se hallaban en dificultades. 

Inevitablemente se produjo una brecha en la falange de piqueros, por la cual la caballería persa y los hombres del contingente indio entraron a raudales. No intentaron, sin embargo, atacar a la falange por la retaguardia, sino que penetraron profundamente cabalgando por la derecha a través del campo de batalla hasta llegar al campamento de bagajes macedonio. Teniendo en cuenta también el avance general persa realizado durante la mañana, éste debía estar situado en todo caso a unas cuatro o cinco millas hacia el oeste. Invadiendo el campamento, los persas acabaron con las tropas no combatientes que lo atendían, y liberaron a los prisioneros persas que se unieron al ataque contra sus anteriores guardianes. 

Aparte de los que habían atacado el campamento, posiblemente otros miembros de la caballería persa que atravesaron la brecha de la falange macedonia se extendieron y amenazaron el ala izquierda de Parmenión desde la retaguardia y el flanco. Esta amenaza coincidió con un movimiento envolvente iniciado por la caballería persa del ala derecha, por lo que los jinetes de Parmenión se vieron obligados a combatir en dos frentes. En esta desesperada situación, Parmenión consiguió enviar un mensaje a Alejandro, que estaba al otro lado del campo de batalla, pidiéndole ayuda urgentemente. 

La formación de retaguardia de la falange de Alejandro, que había sido especialmente situada e instruida para hacer frente a una rotura de la línea por el enemigo como la que se había producido, giró sobre sí misma y avanzó rápidamente para rescatar el campamento, amenazando al mismo tiempo a la caballería persa que se había vuelto contra el ala de Parmenión. Ha de suponerse que tuvieron que dividir sus fuerzas para poder conseguir este doble objetivo. 

De nuevo, como en Isso, es una demostración del control y disciplina de Alejandro el que fuera capaz de hacer volver a sus hombres de una fácil y satisfactoria persecución del enemigo en fuga, en medio del calor de la batalla, pues gracias a ello pudo responder a la llamada de Parmenión. A pesar de todo, una nueva y confusa situación se produjo al chocar en la llanura central con la caballería persa, la cual, al ver que su posición empeoraba, trataba de retirarse. El resultado fue un feroz, congestionado y caótico combate de caballería, que tuvo como efecto el retraso de la ayuda de Alejandro a Parmenión. No obstante, la caballería Asociada dispersó finalmente al enemigo, expulsándolos de su camino. Los que sobrevivieron huyeron a toda velocidad del campo de batalla. 

Los historiadores de la antigüedad nos dan cifras diferentes de las bajas habidas en la batalla, la mayoría de ellas difíciles de creer. De acuerdo con Arriano, Alejandro sufrió solamente 100 muertos entre sus propios soldados y más de 1000 caballos, la mitad de ellos montados por los Companions. Las pérdidas persas suben hasta cerca de 300000 muertos y un número incluso mayor de prisioneros. De nuevo hay que recordar que la mayor parte de las bajas de las batallas de la antigüedad se daban en el transcurso de la huida y persecución. 

Como en Isso, se puede decir que Alejandro fracasó en la captura de Darío debido a su rechazo a abandonar el centro y el ala izquierda de su ejército que se hallaban en dificultades. Esto significa que dio mayor prioridad donde era más necesaria. La historia antigua nos habla de otras batallas en las que el ala victoriosa de un ejército empeñada en una persecución desorganizada y temeraria, permitió al enemigo establecerse como vencedores en el campo de batalla central.

Alejandro Magno (Parte 1)
Alejandro Magno (Parte 2)
Alejandro Magno (Parte 3)
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Alejandro Magno (Parte 5)
Alejandro Magno (Parte 6)

Alejandro Magno (Parte 7)

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